Page 223 - La máquina diferencial
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familiar—. Sabía que hacíamos bien al acudir a ti, Ned. Siempre pareces ver a través
de las cosas, de un modo como nadie es capaz. ¡Continúa, entonces! ¿Cómo
resolvemos este horrendo asunto? ¿Qué podemos hacer?
—Esa pistola que llevas en el cinturón, ¿funciona bien? Los ojos de Brian
resplandecieron.
—¡La verdad sea dicha, no es reglamentaria! Un trofeo de guerra que le quité a
un oficial zarista muerto... —Empezó a desabrochar la solapa de la pistolera.
Mallory se apresuró a sacudir la cabeza y mirar a su alrededor.
—¿No tienes miedo de utilizar tu pistola de ser necesario?
—¿Miedo? —se indignó Brian—. Si no fueras un civil, Ned, podría tomarme a
mal esa pregunta.
Mallory se lo quedó mirando.
La mirada audaz de Brian aguantó la de su hermano mayor.
—Es por la familia, ¿no? Por eso luchamos contra los ruskis, por los que
dejábamos en casa.
—¿Dónde está Thomas?
—Está comiendo en... Bueno, te lo mostraré.
Brian lo guió al salón del palacio. El recinto de los estudiosos estaba abarrotado
de comensales ruidosos que no dejaban de parlotear, miembros de la clase trabajadora
en su mayor parte, que engullían patatas servidas en la porcelana del palacio como si
nunca hubieran probado bocado. El joven Tom Mallory, con un atavío bastante
llamativo de chaqueta corta de lino y pantalones de cuadros, se sentaba a una mesa
con alguien más. Ante él tenía los restos de un pescado frito y una limonada.
El otro hombre era Ebenezer Fraser.
—¡Ned! —exclamó Tom—. ¡Sabía que vendrías! —Se levantó y fue a buscar otra
silla—. ¡Siéntate con nosotros, siéntate! Aquí tu amigo, el señor Fraser, ha tenido la
amabilidad de invitarnos a comer.
—¿Y cómo está usted, doctor Mallory? —inquirió Fraser con tono sombrío.
—Un poco cansado —respondió Mallory mientras se sentaba—, pero nada que
no arregle un poco de comida y un ponche de coñac. ¿Cómo está usted, Fraser?
Bastante recuperado, espero... —Luego bajó la voz—. ¿Y qué serie de inteligentes
tonterías les ha estado contando a mis pobres hermanitos, si es tan amable?
Fraser no respondió.
—El sargento Fraser es un policía de Londres —explicó Mallory—. De esos que
llevan faroles oscuros.
—¿De veras? —espetó Tom con alarma.
Un camarero se abrió camino hasta su mesa. Era uno de los miembros habituales
del personal, y en su expresión se percibían la tensión y la disculpa.
—Doctor Mallory... La despensa del palacio se halla un poco desprovista, señor.
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