Page 226 - La máquina diferencial
P. 226
Wyoming?
—De hecho, sí —replicó Fraser lentamente—. Considerablemente peores, diría
yo.
—¡Oh, por el amor de Dios, Fraser! ¡No nos haga perder el tiempo con estas
pequeñeces! Tenemos que enfrentarnos de una vez por todas a este escurridizo
fantasma, ¡y no volverá a haber una oportunidad mejor! En el nombre de la cordura y
de la justicia, ¡ponga fin a esos inútiles lloriqueos oficiales!
Fraser suspiró.
—Supongamos que durante esta valiente expedición lo atrapan con astucia y lo
asesinan, como a su colega Rudwick. ¿Entonces, qué? ¿Cómo respondería a mis
superiores?
Pero entonces Brian clavó en Fraser la mirada acerada de un soldado.
—¿Ha tenido alguna vez una hermana pequeña, señor Fraser? ¿Ha tenido que
contemplar alguna vez cómo hacían pedazos la felicidad de esa niña como si fuera
una taza de porcelana pisoteada por un monstruo? Y con el corazón roto de esa
muchacha, el corazón honesto de un héroe de Crimea cuya única y varonil intención
era convertirla en su esposa...
—¡Ya está bien! —gimió Fraser en alto. Brian se echó hacia atrás. Parecía
cariacontecido por la interrupción. Fraser se alisó las solapas oscuras con las dos
manos. —Parece que ha llegado el momento de correr riesgos —admitió con un
chueco encogimiento de hombros y una mueca pasajera—. No he tenido demasiada
fortuna desde que lo conocí, doctor Mallory, y me atrevería a decir que ya es hora de
que me cambie la suerte. —De repente se le iluminaron los ojos—. ¿Quién dice que
no podríamos pillar a ese granuja, eh? ¡Lo arrestaremos! Es listo, pero cuatro
hombres valientes podrían atrapar a ese desagradable desgraciado con la guardia baja
mientras se pavonea por el Londres más mísero como un príncipe jacobino. —Fraser
frunció el ceño y su rostro delgado se retorció con una cólera sincera. Era una visión
inesperada y aterradora.
—La fortuna favorece a los valientes —apostilló Brian.
—Y Dios cuida de los locos —murmuró Fraser. Se inclinó hacia delante con
expresión atenta, mientras se levantaba las perneras de los pantalones cogiéndolas por
las rodillas huesudas—. ¡Este no es un asunto fácil, caballeros! No es una aventura
para aficionados. ¡Se trata de un trabajo muy duro! ¡Estaremos poniendo la justicia, la
vida y el honor en nuestras propias manos! Si ha de hacerse, ha de hacerse en el más
estricto y permanente de los secretos.
Mallory, que presentía la victoria, habló con una elocuencia que lo sorprendió
incluso a él.
—¡Mis hermanos y yo respetamos su experiencia en las fuerzas especiales,
sargento Fraser! Si quiere guiarnos hacia la consecución de la justicia, estaremos
www.lectulandia.com - Página 226