Page 225 - La máquina diferencial
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—¡Doctor  Mallory,  es  mi  obligación  ocuparme  de  que  no  sufra  usted  ningún
           daño! ¡No podemos permitir que se ponga a hurgar en los nidos de serpientes de los
           barrios más miserables de Londres! Mallory engulló el café caliente.

               —Bien  sabe  que  pretende  destruirme  —dijo  a  Fraser  mientras  le  clavaba  la
           mirada—.  Si  no  termino  con  él  ahora,  cuando  todavía  tengo  la  oportunidad,  irá
           haciéndome  pedazos  poco  a  poco.  ¡Maldita  sea,  usted  no  puede  hacer  nada  para

           protegerme!  ¡Este  hombre  no  es  como  usted  o  como  yo,  Fraser!  ¡Es  un  ser
           inaceptable!  Se  trata  de  una  cuestión  de  vida  o  muerte...  ¡Él  o  yo!  Y  sabe  que  es
           verdad.

               Fraser, sorprendido por el argumento de Mallory, pareció abatido. Tom y Brian,
           más  alarmados  todavía  ante  esta  nueva  revelación  de  la  profundidad  de  sus
           problemas, se miraron confundidos y luego perforaron furibundos a Fraser.

               Este habló de mala gana.
               —¡No actuemos de forma precipitada! Una vez se levante la niebla y se restaure

           la ley y el orden...
               —El capitán Swing vive sumido en una niebla que nunca se levanta —replicó
           Mallory.
               Brian lo interrumpió con un gesto brusco de su manga dorada.

               —¡No veo qué sentido tiene esto, señor Fraser! ¡Nos ha engañado a mi hermano
           Thomas  y  a  mí,  de  forma  deliberada!  ¡No  puedo  dar  crédito  a  ninguno  de  sus

           consejos!
               —¡Brian tiene razón! —exclamó Tom. Luego contempló a Fraser con una mezcla
           de desdén y asombro—. Este hombre afirmó que era amigo tuyo, Ned... ¡Hizo que
           Brian y yo hablásemos de ti tan tranquilos! ¡Y ahora intenta mangonearnos! —Tom

           agitó el puño apretado, musculoso y endurecido por el trabajo—. ¡Pienso darle una
           buena lección a ese capitán Swing! ¡Y si tengo que empezar con usted, señor Fraser,

           estoy más que listo!
               —Tranquilos, muchachos —pidió Mallory a sus hermanos. Algunos comensales
           cercanos habían empezado a mirarlos. Mallory se limpió muy despacio la boca con
           una  servilleta—.  La  fortuna  nos  favorece,  señor  Fraser  —dijo  en  voz  baja—.  He

           conseguido una pistola. Y el joven Brian también está armado.
               —Oh, cielos... —se lamentó Fraser.

               —No le tengo miedo a Swing —insistió Mallory—. Recuérdelo, lo derribé en el
           derby. En un enfrentamiento cara a cara no es más que un canalla cobarde.
               —¡Está  en  los  muelles,  Mallory!  ¿Cree  usted  que  van  a  poder  atravesar  tan

           frescos una sublevación en la zona más dura de Londres, como si aquello fuese un
           baile?
               —Los Mallory no somos petimetres de academia de baile —respondió Mallory al

           policía—. ¿Se cree que los pobres de Londres son más aterradores que los salvajes de




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