Page 244 - La máquina diferencial
P. 244

ya verás, y olvidamos a las que dejamos atrás.
                       Así que besadnos mucho, besadnos bien,
                       Polly y Meg, Kate y Jen.


               —¡Vamos, muchachos! —los alentó con tono alegre y el gesto beodo de un brazo.

           Tom  y  Brian,  perplejos,  entonaron  el  estribillo  un  poco  tarde  y  con  la  voz
           entrecortada.


                       ¡Adiós, hermosas jóvenes, adiós,
                       nos vamos a la bahía de Río en su pos!


               —¡Siguiente estrofa! —cacareó Mallory.


                       En Veracruz qué bonito es el día,
                       adiós a Jane y Lia...


               —¡Ah del barco! —fue el brusco grito que se oyó en la cima del muro. Mallory
           levantó la vista fingiendo sorpresa y vio unos cuerpos escorzados. Se cernía sobre
           ellos media docena de furtivos con los rifles colgados a la espalda. El que hablaba se

           había  agazapado  sobre  los  pilotes  y  llevaba  la  cabeza  y  la  cara  envueltas  en  un
           pañuelo de cachemira anudado. Sujetaba encima de la rodilla, con aparente descuido,
           una  pistola  reluciente  de  cañón  largo.  Los  pantalones  de  dril  blanco  parecían

           inmaculados.
               —¡Ah de la costa! —gritó Mallory estirando el cuello. Alzó los brazos extendidos
           con un saludo jovial y casi se cayó hacia atrás—. ¿En qué podemos servir a unos

           caballeros tan distinguidos?
               —¡Bonito acertijo! —anunció el líder con el tono elaborado de un hombre que
           arrojara  perlas  de  ingenio  a  unos  cerdos—.  ¿Hasta  qué  punto  pueden  estar

           achispados, totalmente beodos, de hecho, cuatro pichones londinenses? —Levantó un
           poco la voz—. ¿Es que no huelen la horrenda peste de ahí abajo?
               —¡Pues claro! —dijo Mallory—. ¡Pero queremos ver los muelles de la India!

               —¿Por qué? —Las palabras fueron frías.
               Mallory lanzó una áspera carcajada.
               —Pues porque están llenos de cosas que queremos, ¿no? Es lógico, ¿no?

               —¿Cosas  como  ropa  limpia?  —dijo  uno  de  los  otros  hombres.  Hubo  risas
           mezcladas con gruñidos y toses.
               Mallory también se rió y se golpeó el pecho desnudo.

               —¿Por qué no? ¿Nos pueden ayudar, muchachos? ¡Láncennos una cuerda, o algo
           así!

               Los ojos del líder se estrecharon entre los pliegues de cachemira y sujetó con más
           fuerza la culata de la pistola.




                                        www.lectulandia.com - Página 244
   239   240   241   242   243   244   245   246   247   248   249