Page 245 - La máquina diferencial
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—¡Usted no es marinero! Un lobo de mar nunca dice «cuerda»... ¡Siempre dice
           «cabo»!
               —¿Y a usted qué más le da lo que yo sea? —gritó Mallory levantando la vista

           para mirar al hombre con el ceño fruncido—. ¡Tírenos una cuerda! ¡O una escalera!
           ¡O un puñetero globo! ¡O si no, váyase al infierno!
               —¡Eso! —se unió Tom con un temblor en la voz—. ¿Además, quién los necesita?

               El líder se dio la vuelta y sus hombres se desvanecieron con él.
               —¡Deprisa! —bramó Mallory a modo de despedida—. No pueden quedarse con
           todo ese botín tan bonito, ¿saben?

               Brian negó con la cabeza.
               —Jesús, Ned —susurró—. ¡Estamos metidos en un buen lío!
               —Nos haremos pasar por saqueadores —dijo Mallory en voz baja—. ¡Fingiremos

           que somos unos granujas borrachos, listos para cualquier chanchullo! ¡Nos uniremos
           a sus filas y nos abriremos camino hasta Swing!

               —¿Y si nos hacen preguntas, Ned?
               —Hazte el tonto.
               —¡Holaaa! —fue la voz aguda que llegó desde arriba.
               —¿Qué pasa? —exclamó Mallory con brusquedad mientras levantaba la cabeza.

           Se  trataba  de  un  muchacho  enmascarado  y  escuálido  de  unos  quince  años,  que
           mantenía el equilibrio sobre los pilotes mientras sujetaba un rifle en las manos.

               —¡Lord  Byron  está  muerto!  —chilló  el  muchacho.  Mallory  quedó  mudo  de
           asombro. Tom rompió el silencio con un chillido.
               —¿Y eso quién lo dice?
               —¡Es verdad! ¡El viejo hijo de perra la ha espichado, está más muerto que mi

           abuela! —El chico lanzó una carcajada alegre y atolondrada, y realizó unas volteretas
           por el borde de los pilotes al tiempo que meneaba el rifle por encima de la cabeza.

           Desapareció de un salto.
               Mallory encontró por fin la voz.
               —Pues claro que no.
               —No  —asintió  Fraser.  —No  es  probable,  en  cualquier  caso.  Ilusiones  que  se

           hacen esos anarquistas —sugirió Fraser. Hubo un silencio largo y vacío.
               —Por supuesto... —dijo Mallory mesándose la barba—. Si el gran orador está

           muerto  de  verdad,  eso  significa...  —Le  fallaron  las  palabras,  ahogadas  por  una
           sensación  de  fracaso  y  confusión.  Pero  los  otros,  callados  y  expectantes,  lo
           observaban en busca de orientación—. Bueno —dijo al fin—. ¡La muerte de Byron

           marcaría el final de una época de grandeza!
               —No tiene por qué significar gran cosa —objetó Fraser con un firme dominio de
           la voz—. Hay muchos hombres de gran talento en el partido. ¡Charles Babbage vive

           todavía! Lord Colgate, lord Brunel... El príncipe consorte, por ejemplo. El príncipe




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