Page 260 - La máquina diferencial
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perspectiva: el alivio del desgraciado que ve cómo el castigo que le estaba destinado
recae en otro.
Tom y Brian hablaron a la vez con susurros inquietos.
—¿Se refiere a nosotros?
—Dios mío, ¿qué hacemos?
Mallory se sentía atrapado en una pesadilla. Pensó que una palabra rompería el
hechizo.
—No es más que una mujer —dijo en voz bastante alta y tranquila.
—¡Cállese! —le siseó Fraser—. ¡Estese quieto!
—¿No tienen nada que contarnos? —se mofó Bartlett—. Eso creía...
Mallory se puso en pie.
—¡Sí que tengo algo que decir!
Con la velocidad de un resorte, tres hombres se levantaron entre el público con la
mano en alto.
—¡Doctora Barton! ¡Doctora Barton! Bartlett asintió con gentileza y señaló con la
varita de tiza.
—El camarada Pye tiene la palabra.
—Doctora Barton —exclamó Pye—, no reconozco a estos camaradas. Se están
comportando de una forma regresiva, y... ¡y creo que deberían ser criticados! Un
feroz silencio cayó sobre la multitud. Fraser tiró de la pernera del pantalón de
Mallory.
—¡Siéntese, idiota! ¿Se ha vuelto loco?
—¡Tengo noticias! —gritó Mallory a través de la máscara de guinga—. ¡Noticias
para el capitán Swing! Bartlett pareció sobresaltarse, y su mirada se disparó en todas
direcciones.
—Cuéntenoslas entonces a todos —ordenó—. ¡Aquí todos somos iguales!
—¡Sé dónde está el modus, señora Bartlett! —gritó Mallory—. ¿Quiere que se lo
diga a todos estos pardillos y fregonas? Se armó un buen estrépito cuando los
hombres se pusieron en pie de un salto. Bartlett chilló algo que se perdió entre el
ruido.
—¡Busco a Swing! ¡Debo hablar con él a solas! —El caos comenzó a apoderarse
de la sala. Mallory propinó una fuerte patada a la silla vacía que tenía delante y sacó
de golpe las dos pistolas del cinturón—. ¡Sentaos, hijos de perra! —Apuntó con las
armas al público—. ¡Le reventaré los sesos al primer cobarde que se mueva!
La respuesta fue toda una descarga de disparos.
—¡Corred! —chilló Brian. Tom, Fraser y él huyeron de inmediato. A ambos lados
de Mallory las sillas volaban por los aires y se convertían en astillas. El público
disparaba con pésima puntería. Mallory apuntó las dos pistolas hacia Bartlett, que
permanecía en el podio, y apretó los gatillos. No se disparó ninguna de las dos: se le
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