Page 294 - La máquina diferencial
P. 294

blanco, cubierto con remaches de bronce y cuero marrón.
               Mientras  se  movían  en  su  dirección,  conversando  entre  sí,  algunos  de  ellos
           sacaron las pipas y los cigarrillos de sus bolsillos, anticipándose al momento en que,

           como  siempre  al  acabar  los  turnos,  tendrían  ocasión  de  relajarse  con  un  poco  de
           tabaco.
               Oliphant  experimentó  un  intenso  acceso  de  envidia.  A  menudo  se  había

           lamentado  de  la  necesaria  política  de  la  Oficina  referente  al  tabaco.  Siguió  con  la
           mirada  a  los  mecánicos  cuando  estos  pasaron  a  su  lado  y  se  alejaron  entre  las
           columnas  y  las  esfinges  de  bronce.  Hombres  casados,  seguros  de  contar  con  una

           pensión de la Oficina, vivirían en Camden Town, en New Cross o en cualquier otro
           suburbio  respetable,  y  decorarían  sus  minúsculos  salones  con  aparadores  de  papel
           maché  y  llamativos  relojes  holandeses.  Sus  esposas  servirían  el  té  en  ostentosas

           bandejas de hojalata con motivos japoneses.
               Tras pasar junto a un bajorrelieve seudobíblico de irritante banalidad, se dirigió al

           ascensor. Mientras el mozo lo saludaba con una reverencia, se le unió un sombrío
           caballero que estaba tratando de quitar con un pañuelo una mancha de color pálido
           del hombro de su abrigo.
               Los barrotes articulados de la jaula metálica se cerraron. El ascensor empezó a

           ascender. El caballero del abrigo manchado se bajó a la tercera parada. Oliphant lo
           hizo en la quinta, sede de Criminología Cuantitativa y Análisis No Lineal. Aunque

           encontraba  este  último  departamento  mucho  más  interesante  que  aquel,  aquel  día
           necesitaba  a  CC,  y  más  especialmente  en  la  persona  de  Andrew  Wakefield,  el
           vicesecretario del departamento.
               Los  funcionarios  de  CC  estaban  individualmente  enjaulados  en  cubículos

           perfectamente  organizados  de  acero  laminado,  asbesto  y  chapeado.  Wakefield
           presidía sobre ellos desde una versión más grande del mismo modelo, con su cabeza

           de rala melena rubia enmarcada por cajones de manija de latón llenos a rebosar de
           carpetas.
               Al  aproximarse  Oliphant,  levantó  ligeramente  la  mirada.  La  prominente  parte
           delantera de su dentadura se marcaba contra el labio superior.

               —Señor  Oliphant  —dijo—.  Como  siempre,  es  un  placer.  Discúlpeme.  —
           Introdujo  varias  tarjetas  perforadas  en  un  sólido  sobre  azul  forrado  de  papel  de

           envolver  y  procedió  a  atar  meticulosamente  el  pequeño  cordel  de  color  escarlata
           alrededor de las dos mitades del sobre de la patente. Luego dejó el sobre a un lado, en
           una caja forrada de asbesto que contenía varios sobres idénticos.

               Oliphant sonrió.
               —¿Le  importa  que  lea  sus  tarjetas  perforadas,  Andrew?  —Sacó  una  silla  de
           estenógrafo cargada de engranajes de su ingenioso alojamiento y tomó asiento, con el

           paraguas plegado entre las rodillas.




                                        www.lectulandia.com - Página 294
   289   290   291   292   293   294   295   296   297   298   299