Page 303 - La máquina diferencial
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charcos de una masa viscosa de la que sobresalían flores blancas que eran manos
humanas. La intensidad de la visión le provocó un escalofrío y la olvidó casi al
instante.
—¿Nos conocemos, señor? —preguntó el capitán a Fraser, con una tintineante y
amenazante jovialidad.
—¡Caballeros! —exclamó el señor Sayers desde las escaleras. Encabezada por el
capitán, la compañía entera, con la única excepción de Oliphant, Fraser, el sujeto
fornido y un cuarto hombre, se encaminó al piso de arriba. El último de ellos, sentado
en el brazo de brocado desgastado de un sillón, empezó a toser. Oliphant vio que
Fraser apretaba con más fuerza el antebrazo de su presa.
—No deberías hacer eso, Fraser, maldición —dijo el hombre del sillón, mientras
separaba las piernas y se levantaba. Oliphant advirtió cierto cálculo en su tono. Al
igual que el otro, llevaba un traje nuevo y elegante de la calle Oxford, por debajo de
un abrigo de corte inglés teñido de un azul casi lavanda. Oliphant vio que su solapa,
al igual que el de su compañero, estaba decorada con una brillante chapa con la forma
de la Union Jack.
—¿«Maldición», señor Tate? —dijo Fraser con el tono de un maestro que se
dispusiera a castigar a uno de sus alumnos con una regañina o algo peor.
—Estás avisado, Fraser —dijo el hombretón, mirándolo con sus ojos oscuros y
saltones—. ¡Trabajamos para el Parlamento!
—¿De veras? —inquirió Oliphant sin alterarse—. ¿Y qué busca el Parlamento en
un foso de ratas?
—Podríamos preguntarles a ustedes lo mismo, ¿no le parece? —dijo con
insolencia el más alto de los dos, antes de ponerse a toser. Fraser lo fulminó con la
mirada.
—Fraser —dijo Oliphant—. ¿Son estos caballeros los agentes confidenciales a los
que mencionó usted en relación al doctor Mallory? —Tate y Velasco —dijo Fraser
con tono lúgubre.
—Señor Tate —continuó Oliphant mientras daba un paso adelante—, es un placer
conocerlo. Soy Laurence Oliphant, periodista. —Tate parpadeó, confundido por la
cordialidad de Oliphant. Al ver la actitud que adoptaba este, Fraser, aunque de mala
gana, soltó el brazo de Velasco—. Señor Velasco. —Oliphant sonrió.
La sospecha nublaba el rostro de Velasco.
—¿Periodista? ¿Qué clase de periodista? —exigió mientras su mirada saltaba de
Oliphant a Fraser y viceversa.
—Especializado en viajes —dijo Oliphant—, aunque en la actualidad estoy, con
la inestimable ayuda del señor Fraser, elaborando una historia popular sobre el gran
hedor.
Tate lo miró con los ojos entornados.
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