Page 304 - La máquina diferencial
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—Ha mencionado a Mallory. ¿Qué pasa con él?
—Entrevisté al doctor Mallory antes de su partida hacia China. Sus experiencias
durante el hedor fueron de lo más notable, y resultan sumamente ilustrativas con
respecto a los peligros que podían acechar a cualquiera durante aquel período caótico.
—¿A cualquiera? —exclamó Velasco con aire desafiante—. ¡Tonterías! ¡Los
problemas de Mallory fueron problemas académicos y el «señor» Fraser lo sabe de
sobra!
—Sí, sí, en efecto —convino Oliphant—. Y por eso me alegro tanto de haberme
encontrado con ustedes esta noche, caballeros.
Velasco y Tate intercambiaron una mirada de inseguridad.
—¿Ah, sí? —preguntó Tate.
—Del todo. Verán, el doctor Mallory me explicó el desgraciado contratiempo de
su rival y antiguo colega, Peter Foulke. Según parece, incluso en los círculos más
excelsos, en circunstancias de tan insólita violencia...
—Ya no volverán a ver al condenado Peter Foulke en sus círculos excelsos — lo
interrumpió Velasco—. Por mucho que pretendiera hacerse pasar por un caballero. —
Hizo una pausa para dar mayor énfasis a sus palabras—. ¡Lo encontraron en la cama
con una niña que no tenía ni doce años!
—¡No! —dijo Oliphant con fingido asombro—. ¿Foulke? Pero no puede...
—Sí —afirmó Tate—. Y los que lo encontraron le dieron una paliza de muerte y
lo arrojaron a la calle, totalmente desnudo.
—Pero no fuimos nosotros —afirmó Tate simplemente—. Y no podrán demostrar
lo contrario.
—Corren aires nuevos —dijo Tate mientras hinchaba su delgado pecho, como si
quisiera que se viese mejor su insignia de la Union Jack. La punta de su pequeña
nariz estaba roja y húmeda—. No se puede tolerar la corrupción —pronunció la
palabra con idéntico énfasis en sus tres sílabas— por muy arriba que se encuentre. La
perversión campaba a sus anchas bajo el gobierno de Byron. ¡Y usted lo sabe muy
bien, Fraser! —Los ojos de Fraser se abrieron de par en par ante aquella afrenta,
mientras Tate dirigía su nerviosismo hacia Oliphant—. ¡Ese hedor fue obra de Ned
Ludd, y no podrán descubrir otra cosa, señor!
—Sabotaje a una escala titánica —dijo Velasco con voz siniestra y el tono de
quien estuviese citando un discurso—, instigado por conspiradores situados en
lugares de honor de la sociedad. ¡Pero hay patriotas entre nosotros, señor, patriotas
que trabajan para desarraigar el mal! —El terrier gruñó en sus brazos. Fraser parecía
arder en deseos de aporrearlos a los dos.
—Somos investigadores del Parlamento —dijo Tate—, y estamos en misión para
uno de sus miembros. No creo que se atreva usted a detenernos. Oliphant puso una
mano en el brazo de Fraser. Con un guiño triunfante, Velasco tranquilizó a su perrillo
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