Page 306 - La máquina diferencial
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para abandonar el beicon—, la espada, en su país, es en muchos aspectos el foco de la
ética feudal y de los sentimientos que la acompañan. Un objeto de reverencia que
solo se ve superado por la que se debe al propio señor.
Mori sonrió, complacido.
—Una costumbre odiosa, propia de una época brutal y salvaje. Es bueno librarse
de ella, Oriphant san. ¡Este es el mundo moderno! —Esta última era una de sus
expresiones favoritas, y la empleaba con frecuencia.
Oliphant le devolvió la sonrisa. Mori combinaba su audacia y compasión con una
cierta rudeza que, aunque problemática, Oliphant encontraba fascinante. En más de
una ocasión, para espanto de Bligh, Mori, tras pagarle al cochero de baja estofa la
carrera y una generosa propina, lo había invitado a almorzar a la cocina de Oliphant.
—Pero deben ustedes aprender a avanzar a su debido ritmo, señor Mori. Aunque
usted considere la costumbre de llevar espada algo primitivo, si se opone
abiertamente a esta cuestión, que no deja de ser una cuestión insignificante, podría
provocar rechazo a reformas más importantes, a los cambios profundos que quiere
implementar en su sociedad.
Mori asintió con gravedad.
—Su visión política no carece de sentido, Oriphant san. Sería mucho mejor, por
ejemplo, que los japoneses aprendieran inglés. Nuestra modesta lengua carece de
valor más allá de nuestras islas. Muy pronto, el poder del vapor y la máquina
invadirán nuestro país. Tras él, la influencia del inglés deberá suprimir del todo el uso
del japonés. Nuestra inteligente raza, siempre ávida de conocimientos, no puede
depender de este débil e inseguro medio de comunicación. ¡Debemos apoderarnos de
las grandes verdades de la preciosa tesorería de la ciencia occidental!
Oliphant ladeó la cabeza y estudió detenidamente a Mori.
—Señor Mori —dijo—, discúlpeme si lo he malinterpretado, pero ¿acierto al
asumir que está usted proponiendo ni más ni menos que la abolición deliberada del
idioma japonés?
—¡Este es el mundo moderno, Oriphant san, el mundo moderno! La razón apoya
la desaparición de nuestra lengua.
Oliphant sonrió.
—Debemos encontrar la ocasión de discutir largo y tendido ese asunto, señor
Mori, pero ahora tengo que preguntarle si tiene usted planes para esta velada. Voy a
proponerle algo.
—Por favor, Oriphant san. Los eventos sociales británicos resultan siempre muy
gratificantes. —Mori esbozó una enorme sonrisa.
—Entonces iremos a Withechapel, al teatro Garrick, para ver lo que, según tengo
entendido, es una pantomima realmente insólita.
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