Page 98 - La máquina diferencial
P. 98
cualquier medida. Tal y como están las cosas, correré el riesgo.
—La decisión es suya por completo, desde luego —replicó Oliphant con frialdad
—. Y quizá todavía sea muy pronto para tomar medidas tan severas. ¿Tiene mi
tarjeta? Hágame saber cómo se desarrollan los acontecimientos.
—Lo haré.
Oliphant se puso en pie.
—Y recuerde, si alguien le pregunta, que hoy no hemos discutido nada más que
asuntos de la Sociedad Geográfica.
—Todavía tiene que decirme el nombre de las personas que lo emplean, señor
Oliphant. Los que lo emplean de verdad.
Oliphant negó con su cabeza alargada y un gesto sombrío.
—Tal conocimiento no beneficia a nadie, señor. Esa clase de preguntas no
conduce más que al sufrimiento. Si es usted inteligente, doctor Mallory, no tendrá
nada más que ver con faroles oscuros. Con suerte, todo este asunto quedará al final en
nada y se desvanecerá sin dejar rastro, como ocurre con las pesadillas. Desde luego
que propondré su nombre para la Sociedad Geográfica, como le he prometido, y
espero que considere en serio mi propuesta acerca de los posibles usos de las
máquinas de Bow Street.
Mallory contempló cómo aquel extraordinario personaje se levantaba, se daba la
vuelta y se alejaba sobre la suntuosa alfombra del palacio. Sus largas piernas
centelleaban como tijeras.
Con su nuevo maletín agarrado en una mano, las correas que pendía del techo con la
otra, Mallory avanzó milímetro a milímetro por el atestado pasillo del ómnibus hasta
llegar a la traqueteante plataforma de salida. Cuando el conductor frenó para dejar
pasar una hedionda carreta de alquitranado, Mallory saltó al bordillo.
A pesar de sus mejores esfuerzos se había subido al autobús equivocado. O quizás
había llegado demasiado lejos en el vehículo correcto y había dejado muy atrás su
destino, absorto como estaba en el último número del Westminster Review. Había
adquirido la revista porque llevaba un artículo de Oliphant, una ingeniosa autopsia
acerca del desarrollo de la Guerra de Crimea. Quedaba claro que Oliphant, era una
especie de experto en la región tras haber publicado Las orillas rusas del Mar Negro
un año antes del comienzo de las hostilidades. El libro detallaba unas vacaciones
alegres, pero bastante extensas, que Oliphant había pasado en Crimea. Para el ojo
avisado de Mallory, el último artículo de Oliphant aparecía erizado de taimadas
insinuaciones.
Un golfillo callejero barría con una escoba de ramas la acera ante sus pies. El
muchacho levantó la vista, confuso.
—¿Perdón, jefe?
www.lectulandia.com - Página 98