Page 12 - JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO
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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO
rodeos el Señor le dijo que debía deshacerse de aquello que cegaba sus ojos e inclinaba sus
sentimientos hacia asuntos terrenales. Vende todo. Reparte entre los pobres. Ven y sígueme.
Entonces tendrás tesoros de una naturaleza celestial, le dijo el Maestro franca y muy
directamente. Esto fue devastador y chocante para el desconcertado gobernante. Esto le golpeó
como un rayo. Él no contaba con tener que tomar una decisión como ésa. No se le había ocurrido
que tendría que preferir a Dios por encima de su oro; no contaba con que tendría que poner al
Salvador por encima de sus depósitos de plata; estaba muy lejos de comprender que para que
el cielo lo hiciera verdaderamente rico, las riquezas terrenales tenían que ceder el paso a la
redención. Para llegar a lo que estaba buscando tenía que preferir al Mesías por encima de todo
ese dinero que le esperaba en casa. Para que el cielo resplandeciera con el brillo de la riqueza
real, la verdad tenía que ganar precedencia sobre las cosas.
Sus ojos se apartaron de Dios y se concentraron en el oro que había en su casa. Retiró su mano
de la mano del Maestro para seguir contando la plata atesorada en casa. Su corazón dejó de
anhelar el cielo y sus tesoros espirituales; ahora suspiraba por sus riquezas terrenales, por su
tesoro mundano.
El dinero y el Maestro eran dos imanes que atraían sus sentimientos ese día. El Mesías fue
relegado al segundo lugar; el dinero, como pasa con frecuencia, ganó el primer lugar del afecto
humano. Nunca olvidemos que cuando Jesús es colocado en segundo lugar, no hay esperanza
para el alma que irá a la perdición. Cada uno de los tres escritores esta interesante narrativa
pretende capturar el momento de la despedida. Mateo utiliza «triste». Marcos emplea el
término «afligido». Lucas dice que se fue «muy triste». No se fue «enojado»; tampoco se fue
contento; se fue con una gran tristeza en el alma, con aflicción en el corazón, pero SE FUE.
En cuanto abandonó la consulta con Cristo, dio la ESPALDA al Salvador y ahora su ROSTRO estaba
enfocado en sus riquezas terrenales. Allí era donde su verdadera lealtad había estado todo el
tiempo. Simplemente no se había dado cuenta que esa era su realidad hasta que fue probado
con un examen absoluto de la verdad y por las exigencias específicas de un discipulado devoto.
Por favor note que Jesús no le pidió que regresara. No corrió detrás de él para disculparse por
la dificultad que conlleva ser un discípulo. Jesús no suavizó en lo más mínimo las estrictas
demandas de la verdad. Jesús fue definitivo en sus exigencias; fue un Señor definitivo; no fue un
predicador o maestro «sentimentalista». No era un Maestro fácilmente moldeable o flexible
como para permitir que cada persona estableciera su propio conjunto de estipulaciones para
servir en el reino mesiánico venidero. El todopoderoso Mesías estaba/está «en el asiento del
conductor» TODO el camino. Jesús declaró el principio en el Sermón del Monte. Vemos este
claro ejemplo cerca del final de Su ministerio terrenal. Hasta ese día, es ciertamente dudoso que
alguien hubiera podido convencer al joven rico de que el oro y la plata tenían más valor que la
Deidad y que la vida eterna en las mansiones celestiales. Pero después de conocer a Jesús se
percató de que estas cosas ocupaban el primer lugar para él. Mammón (palabra aramea para
riquezas y opulencia) reclamaba una lealtad apasionada y un afecto imperecedero en su corazón
terrenal. Él descubrió de una vez por todas que NO PODÍA SERVIR A DIOS Y A MAMMÓN. Ningun
hombre puede hacerlo.
¡Jesús era/es un maestro y predicador definitivo!
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