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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO

                                                      Lección 5

                                              «No todos… entrarán»




                  «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
                  voluntad de mi Padre que está en los cielos.» (Mat. 7:21).



                  Este pasaje declara de manera muy enfática que Dios exige obediencia absoluta a Su voluntad
                  para que Él otorgue salvación. La obediencia es la puerta de la iglesia y finalmente del cielo (Apo.
                  22:14). Hacer la voluntad de Dios implica obedecer esa voluntad pue Dios no tiene plan de
                  salvación para un alma que no se entregue. Jesús hizo una pregunta y luego discutió en qué
                  consisten la obediencia y la desobediencia en las siguientes Escrituras:


                  «¿Y por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo? Todo el que viene a mí y

                  oye mis palabras y las pone en práctica, os mostraré a quién es semejante: es semejante a un
                  hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una
                  inundación, el torrente dio con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había
                  sido bien construida. Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que
                  edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente dio con fuerza contra ella y al
                  instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa.» (Lc. 6:46-49).

                  Jesús no solamente enseñó a los demás a obedecer, sino que Él mismo obedeció. La primera vez
                  que le vemos hablar en su niñez, cuán impresionante es la manera en la que ejecuta e ilustra
                  esto cuando dice a José y a María: «¿Por qué me buscabais? ¿Acaso no sabíais que me era
                  necesario estar en la casa de mi Padre?» (Lc. 2:49).

                  La obediencia parcial no es obediencia verdadera. Tomando como referencia algunos puntos de
                  vista, «El Joven Rico» era un muy probable prospecto para ser un fiel discípulo de Cristo, pues
                  cuando el Maestro le cuestionó acerca de los mandamientos, él pudo responder sin titubear:
                  «Todos los he guardado desde mi juventud». Sin embargo, cuando el Señor abrió la puerta para
                  que pudiera entrar a servirle, éste se retiró.  Esto no sucedió porque el Señor lo haya echado. Él
                  fracasó como seguidor de Cristo porque no estaba dispuesto a renunciar a sí mismo para seguir
                  al Señor. En otra ocasión Jesús dijo: «Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas
                  sus posesiones, no puede ser mi discípulo.» (Lc. 14:33).
                  Así como el joven rico aparentaba ser un muy prometedor seguidor del Señor, desde el punto
                  de vista de muchos, Mateo era un muy improbable prospecto. Muchos de sus contemporáneos
                  judíos consideraban que él, como todos los publicanos, había vendido su imagen social y su buen
                  nombre.  Para  los  líderes  religiosos  judíos  él  estaba  absolutamente  más  allá  de  cualquier
                  esperanza. Pero, un día, llegó a tener contacto con el Señor. «Cuando Jesús se fue de allí, vio a
                  un  hombre  llamado  Mateo,  sentado  en  la  oficina  de  los  tributos,  y  le  dijo:  ¡Sígueme!  Y
                  levantándose, le siguió.» (Mat. 9:9). Ese día Mateo se convirtió en un seguidor del Señor a pesar
                  de los muchos obstáculos. Cuando Jesús le ordenó «Sígueme», él lo hizo inmediatamente pues
                  la Biblia dice «Y levantándose, le siguió».





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