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EL POETA
El teatro de Arriví demuestra el alma lírica que lo habita y, en plena
cúspide de su obra dramática, nos deja varios poemarios en los que
predomina el matiz existencial. Se puede apreciar que existe un estrecho
vínculo en todos ellos, al punto de constituir una continuidad temática.
Asimismo, existe un estrecho vínculo entre su teatro y su poesía.
Isla y nada (1958). Poemario enraizado en el paisaje y
la vida puertorriqueña. El alma lírica de su autor está en
comunión con su circunstancia vital, de aquí su vínculo con
la Isla y su angustia entre el amor y la fugacidad existencial
Frontera (1960). Es un dolido canto al paisaje puertorriqueño
matizado por la angustia vital del ser humano. Por sus versos desfila
la exuberancia de la naturaleza puertorriqueña vista a través de los
sentimientos más íntimos del poeta. Es un decir poético entre la
realidad percibida y la vivencia personal, de aquí el título del poemario.
Ciclo de lo ausente (1962). El poeta de nuevo mira el paisaje de
la Isla, pero ahora lo percibe como un asidero vital en el discurrir
de la existencia. Es importante notar que vuelve a mirar el mismo
paisaje que aparece en los poemarios anteriores, pero ahora lo percibe
más como una vivencia interior que como realidad fotográfica.
Escultor de la sombra (1965). Son doce cánticos a distintos
elementos de la geografía insular que llevan a la integración del ser
humano. El autor está elaborando un mundo que resulta ser su
existencia en el cual la naturaleza se funde con la voz poética. En sus
versos el autor dialoga consigo mismo, con la amada y con Puerto
Rico. Constituye un autoanálisis existencial de afirmación vital.
En la tenue geografía (1971). Es una poesía más reflexiva, por ella
discurren los eternos interrogantes existenciales del ser humano. Se
percibe el sentido de lucha y de duda en la vida. En este poemario
se resume lo que podría llamarse la biografía espiritual del poeta, la
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