Page 126 - Tito - El martirio de los judíos
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—El asedio será largo —se limitó a mascullar Tito—. Los judíos son
valientes. Pero venceremos. Nuestra estrategia, nuestra prudencia,
nuestro valor serán superiores a su coraje. ¡Somos romanos y hemos
conquistado el mundo!
Se volvió entonces hacia Flavio Josefo.
—Ya no vas a reconocer a tu país, Josefo. Mira por última vez esos
árboles, esos jardines, esos huertos. Ya sólo existirán en tu memoria.
Vi a los soldados, equipados con herramientas y hachas, que empezaban
a abatir los árboles de los huertos y los de las colinas.
Cegaban los arroyos, nivelaban el terreno volcando las empalizadas,
arrancando los setos, extirpando con sus herramientas de hierro las
rocas, luego quebrándolas con mazos, aplastando todo lo que seguía
interponiéndose entre el recinto de Jerusalén y los campamentos de las
legiones.
Luego Tito ordenó que montaran las tiendas de su campamento enfrente
de la torre octogonal de Psefino, en el punto más elevado de los
alrededores de Jerusalén.
Desde aquel lugar, podía abarcar con la mirada toda la ciudad.
Ya no quedaba nada vivo más allá de las murallas, aparte de las moscas
que formaban una especie de nube de negra viscosidad sobre los
cadáveres mezclados de judíos y romanos.
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