Page 47 - Resiliente
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una linterna, amarre a mi cintura una pistola de nueve mi líme-
tros mientras le cedi un revolver a Máximo puesto que su Glock
se había quedado sin balas la mañana de ayer, nos miramos fija-
mente y discutimos el plan.
—Vamos a su casa –dije yo –debe estar allí si es que sigue
con vida...
—¿Crees que ese pendejo si se haya metido en su aparta-
mento en la Humboldt?
—Es una posibilidad ¿por dónde comenzarías tú?
—No se —dijo Máximo —es difícil no saber por dónde mierda
empezar, pero creo que lo mejor sería hacer lo que tú dices.
En esos momentos apareció Cleo en la puerta, era una muchacha
morena poco menor que Máximo de piernas largas y cuerpo
agradable de ver, sonreía siempre y tenía una tranquilidad
contagiosa, pero en esos momentos se le veía en la cara una
angustia, los ojos negros los tenia nublados de una profunda
y extenuante preocupación. Máximo camino hacia la puerta y le
tomo las manos, escuche todo lo que le dijo.
—Bebe, voy a volver —dijo en voz baja y compasiva, como si
un padre le hablara a su niño —te lo prometo, se me cuidar.
—No te sabes cuidar —dijo ella en voz baja.
Máximo retrocedió un poco.
—Me se cuidar y tú sabes muy bien que lo hago, tengo que
hacer esto.
—No lo hagas —dijo Cleo de nuevo suplicante, Máximo le miro
—Bebe, no habrá nada de lo que digas que me haga cambiar
de parecer, tengo que hacer esto, es Mauro por Dios.
—¡Te estoy diciendo que irse así es una puta locura!
—grito Cleo —¡No! —dijo mirandole.
—Mejor vámonos —dijo caminando hacia mi.
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