Page 188 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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188 EL MUNDO HELENISTICO
ruta que llevaba su nombre, y se menciona a una ninfa, Pirene, a quien
el héroe habría seducido a su paso, y una Afrodita Pirenaia.
De tales aportaciones, ninguna ofrece mejor testimonio que la de En-
sérune, un oppidum entre Narbona y Béziers donde se han llevado a ca
bo interesantes excavaciones. Hacia el 250, una nueva ciudad se extendió
ampliamente siguiendo un plano en forma de tablero. A las cabañas y ca
sas humildes suceden moradas más grandes y mejor construidas. Re
construida tras su destrucción por los cimbrios, hacia el 100, subsistió
hasta Tiberio, momento en que sus habitantes abandonaron definitiva
mente las alturas por el llano. El comercio marsellés le aportaba los pro
ductos mediterráneos, especialmente el vino (se han encontrado ánforas
selladas procedentes de Rodas). Las monedas son numerosas, y más de
una cuarta parte de ellas son originarias de Marsella (el resto son acuña
ciones de las ciudades indígenas de la región o de los voleos, piezas de las
colonias hispánicas y denarios republicanos). Grandes pithoi exhiben co
mo emblema espigas de trigo, racimos de uva y columnas jónicas.
Así pues, desde los Alpes hasta los Pirineos, la Galia meridional es
«Galia griega», por recuperar la definición de Justino, no porque Mar
sella ejerciera una supremacía política, sino porque su comercio expan
dió ampliamente unos gustos y un estilo de vida nuevos. La diferencia es
capital respecto a los dominios celtas del interior, cuya cultura siguió
siendo más tosca y más rígidamente gala a pesar de las innegables apor
taciones griegas. A partir del 125, Roma, que debía asegurar sus comu
nicaciones con las provincias hispánicas, ocupó el país —so pretexto de
defender a sus aliados marselleses de los ataques bárbaros— y pronto
creó una provincia, la Transalpina, que a partir de Augusto se llamaría
Narbonense, alrededor de la capital, Narbo Martius (Narbona, fundada
en el 118). La conquista modificó rápidamente las relaciones de fuerza,
aunque Marsella, a la que los romanos dotaron de un amplio territorio,
se mantuvo independiente hasta el año 40. Pero los oppida de Provenza,
que habían resistido, fueron salvajemente destruidos, e incluso en el
Languedoc, donde, habiendo optado por la sumisión, lograron subsistir,
el comercio se orientó deliberadamente hacia Italia, como demuestra la
abundancia de monedas romanas. Marsella ya se estaba debilitando in
cluso antes de su ruina política. Roma tomó el relevo de la ciudad fó
cense, que, en época romana, no sería más que un refugio de exiliados y
una ciudad universitaria, orgullosa todavía de su helenismo, preservado