Page 189 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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MÁS  ALLÁ  DE  LAS  FRONTERAS  POLITICAS  189

      durante tantos siglos. A la hegemonía comercial y espiritual, sucedió la
     ocupación militar y la explotación económica. Pero la huella dejada por
      Marsella en el sur de la actual Francia no desapareció: si la Narbonense
      conoció una incomparable civilización fue porque, desde la época arcai­
     ca alta, fue surcada por los comerciantes griegos y penetrada por su ci­
     vilización.


     Iberos y celtas de Hispania


         En la costa mediterránea de la Península Ibérica y en el reino de Tar-
     tesos, los íberos habían subsistido, mientras que los celtas ocupaban to­
     da la Meseta, mezclándose íntimamente con los autóctonos en el alto va­
     lle del Ebro (alrededor de Numancia) bajo el nombre de celtíberos. La
     helenización también era antigua entre ellos, lo mismo que entre sus her­
     manos del Languedoc-Rosellón, que habían recibido el influjo celta.
         La principal colonia de Marsella, Emporion, tuvo un gran desarrollo.
     Estaba situada en la rica tierra triguera del Emporda (Girona), entre las
     desembocaduras del Fluvià y del Ter, que facilitaban las relaciones con
     las tierras más lejanas. Sus monedas se dispersaron ampliamente desde
     el Ródano hasta el estrecho de Gibraltar, con una destacada concentra­
     ción en Cataluña y en el Languedoc marítimo. La ciudad nueva  (Neá-
     polis), que, quizá desde finales del siglo VI, se había instalado en el con­
     tinente frente al islote de la Palaiápolis, se extendía tanto que fue preciso
     ampliar la muralla (siglo III).  La mayoría de los monumentos son de la
     época helenística: un ágora bordeada por un pórtico al lado de una gran
     cisterna pública, un templo de Asclepio y de Higía, donde se halló la ad­
     mirable estatua cultual, de estilo clásico, y casas, por otra parte pobres,
     de tres o cuatro habitaciones,  decoradas a veces con mosaicos, uno de
     los cuales lleva una dedicatoria al Buen Espíritu. Justo al lado, la aglo­
     meración ibérica de Indica.
        Las relaciones comerciales con los indígenas peninsulares se basaban
     en el intercambio de productos mineros y de trigo por vino, aceite, vasos
     y objetos de arte. También en ese caso, las relaciones conllevaron una rá­
     pida helenización, visible sobre todo en el arte denominado ibérico. Las
     construcciones, bien aparejadas, utilizaban, si se terciaba, columnas grie­
     gas, y se construyeron auténticos templos in antis en el Cerro de los San­
     tos y en el Llano de la Consolación, ambos en Albacete. La escultura al­
     canzó su apogeo en el siglo IV y, sobre todo, en el siglo III, y siguieron
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