Page 36 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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     de la tierra en manos de unas pocas familias. Por otra parte, su proximidad
     a Grecia la arrastró a una serie de intrigas, dada la propensión de ios grie­
     gos a confundir sus sangrientos juegos con la defensa de la libertad. La
     fuerza de las tradiciones era tal que no aparecen allí ni el culto monárqui­
     co ni la administración jerarquizada de las cortes de Oriente (sólo se co­
     noce un alto funcionario: el secretario del rey). Sin embargo, el papel de­
     sempeñado  por  Macedonia  fue  considerable:  sus  reyes  aseguraron  la
     protección del, helenismo contra los turbulentos vecinos del norte y contra
     las incursiones celtas; fueron ios únicos en luchar con todas sus fuerzas
     contra las exacciones de Roma. Y aunque la empresa pudiese resultar inú­
     til, tío fue por ello menos: digna del glorioso pasado de laHékde.


     Ei rem o de Epiro

        La montañosa Epiro estaba habitada por tres pueblos: los molosos,
     los lesprotes y los caonios. En el siglo IV, los molosos incorporaron las de­
     más tribus a un Estado federal que se llamó sucesivamente komón de los
     molosos y simmaquia de los epirotas: unas inscripciones hacen referencia
     a su asamblea (ecclesia) y a su magistrado principal (el prostato). Al fren­
     te del Estado había un rey que pertenecía a la dinastía moiosa de los eáci-
     das.,  que  pretendían  descender de  Pirro-Neoptólemo,  hijo  de Aquilas
     (véase ia pág. 11). Entre los más importantes cabe destacar a Alcelas L tin
     poderoso príncipe, aliado de .Dionisio I el Viejo, tirano de Siracusa, y, sin
     duda, el verdadero fundador del federalismo epirota, y Alejandro 1, cu­
     ñado de Fílipo II de Macedonia, prestigioso monarca que, por vez pri­
     mera, acuñó moneda con su nombre.

     Pirro

        De hecho, sólo hubo un príncipe que contara en la línea de sucesión
     de los eácídas, Pirro, cuya violenta codicia azotó Greek y Occidente a io
     largo de veinte años. Dotó a su reino, de nuevas fronteras, anexionándo­
     se provincias epirotas sometidas a Macedonia desde Filípo II (Parauaia,
     Tímíea, Atintania, Atamank, Aníiloquia}, una parte de Uiría, Ambracia,
     y Acarnania. Su verdadero anhelo era conquistar Macedonia, y lo consi­
     guió ayudado tanto por su capacidad pata maniobrar entre las intrigas
     reales como por su valor y sus brillantes dotes en el campo de batalla,
     Pero, desalojado del trono por Lisímaco, comprendió que ios recursos
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