Page 87 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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EL MUNDO DE LA CONQUISTA: LA EXPLOTACIÓN DE LOS REINOS 87
reclamaban las satisfacciones más refinadas que le proporcionaban la
poesía, el arte y la filosofía.
Una tipología en expansión es la del financiero. En los grandes encla
ves, los banqueros acumulaban enormes fortunas, junto con los no menos
poderosos recaudadores de impuestos, que, especialmente en Egipto, se
aprovechaban del afán real por disminuir riesgos. La mayor parte de los
ingresos procedían de arrendamientos, como una garantía suplementaria
en un país que conocía desde hacía poco la economía monetaria. El sobe
rano, por su parte, tomaba grandes precauciones: el arrendatario debía
depositar una fianza; era responsable de sus bienes; y sus cuentas eran ve
rificadas todos los meses por el ecónomo. Los papiros dan cuenta de los
grandes contenciosos en los distintos tipos de arriendos. Pero, si el siste
ma no hubiera sido de lo más lucrativo para los publicanos, no se habrían
disputado las adjudicaciones a hombres de distintas procedencias, sobre
todo griegos, pero también egipcios y judíos.
En mayor medida que en la Atenas del siglo IV, el desarrollo de una
economía capitalista permitió que los más dinámicos, o los que el azar
premió con la fortuna, acumularan enormes riquezas. Tal sería el caso de
Apolonio, amigo y dioketes de Tolomeo Filadelfo, cuyos cargos oficiales
no le impidieron gestionar intereses personales de gran complejidad: trá
fico con Asia Menor, Palestina, Siria y Arabia, y la explotación de la do
rea de 10.000 aradas (2.700 ha), dotación real en Filadelfia, al borde de la
depresión del Fayum, como se ha indicado antes. Su energía y actividad
hicieron maravillas en su explotación piloto, donde se trataba de produ
cir no sólo para contentar a un rey cuya política económica U. Wilcken
ha comparado con la de Colbert o la de Federico el Grande, sino tam
bién para enriquecerse, ya que los excedentes de vinos, aceite, tela y pa
piros podían ser vendidos.
El admirable informe de Zenón permite conocer la fastuosa vida de
Apolonio, con su mesa repleta de vajillas de plata y de flores exóticas, y
servida con los manjares más exquisitos: pescados, caviar, vinos de cali
dad. Y, ante todo, muestra sus dotes de organización: los despachos se
dividían en dos secciones (secretariado y contabilidad), y en ellos incluso
trabajaban escribas nativos en la redacción de contratos con los campesi
nos egipcios. Por último, revela a un hombre de espíritu decidido, y de
habla clara e imperiosa, seguro de su restallante éxito: «En su pluma, los
superlativos abundan como en el inglés de los americanos» (Cl. Préaux).