Page 114 - El camino de Wigan Pier
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burguesa es tan grande que se extiende incluso a los personajes burgueses de los
libros. Según Henri Barbusse, los personajes de las novelas de Proust, Gide, etc.,
«son personajes a los que a uno le encantaría tener al otro lado de una barricada».
«Una barricada», fíjense bien. A juzgar por Le feu, yo habría pensado que la
experiencia de Barbusse en materia de barricadas le había dejado un mal recuerdo de
ellas. Claro que un imaginario ataque con bayonetas contra unos burgueses, que
además se supone que no se defienden, es cosa muy diferente.
El ejemplo más típico de literatura antiburguesa que he conocido hasta el presente
es La «intelligentsia» de Gran Bretaña, de Mirsky. Es éste un libro muy hábil e
interesante, y debería ser leído por todo aquel que quiera comprender el ascenso del
fascismo. Mirsky (antes príncipe Mirsky) era un ruso blanco exiliado en Inglaterra,
que fue, durante algunos años, profesor de literatura rusa en la Universidad de
Londres. Después se convirtió al comunismo, regresó a Rusia y publicó su libro, una
especie de «desenmascaramiento» de la «intelligentsia» inglesa desde el punto de
vista marxista. Es un libro lleno de mala fe, escrito todo él en un inconfundible tono
de «ahora que estoy fuera de vuestro alcance puedo decir de vosotros lo que quiera»,
y, aparte de la deformación general, contiene algunas deformaciones concretas y
probablemente intencionadas. Así, por ejemplo, Conrad es tachado de «no menos
imperialista que Kipling», y D. H. Lawrence es acusado de escribir «pura y simple
pornografía» y de «haber borrado todas las huellas de su origen proletario», como si
Lawrence hubiese sido un pastor de cerdos que hubiese trepado hasta la Cámara de
los Lores. Este tipo de propaganda es muy inquietante, si se recuerda que está
dirigida al público ruso, que no tiene medio alguno de comprobar su veracidad. Pero
lo que estoy pensando ahora es el efecto de un libro así sobre el público inglés. El
autor es un hombre de letras de extracción aristocrática, un hombre que,
probablemente, nunca en su vida había hablado con un obrero en nada parecido a una
situación de igualdad. Y este hombre lanza venenosas calumnias contra sus colegas
«burgueses». ¿Por qué? Según todas las apariencias, por pura mala fe. Mirsky
combate a la «intelligentsia» británica, pero ¿en favor de qué combate? El libro por sí
solo no da ninguna pista en este sentido. De ahí que el resultado de libros como éste
sea dar a los no comunistas la impresión de que en el comunismo no hay más que
odio. Y aquí nos encontramos otra vez con esa curiosa similitud entre el comunismo
y el catolicismo de los conversos. Si se quiere encontrar un libro tan malintencionado
como La «intelligentsia» de Gran Bretaña, el mejor lugar donde buscar es entre los
apologetas populares católicos. Allí se encuentra el mismo veneno y la misma
deshonestidad, aunque, para hacer justicia a los católicos, no se suelen encontrar los
mismos malos modos. ¡Qué paradójico resulta que el hermano espiritual del
camarada Mirsky sea precisamente el padre…! Los comunistas y los católicos no
dicen las mismas cosas; en ciertos aspectos, incluso, dicen cosas opuestas, y se
despellejarían unos a otros si las circunstancias lo permitiesen, pero, desde el punto
de vista de un observador externo, se parecen mucho.
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