Page 117 - El camino de Wigan Pier
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xiste un problema mucho más grave que las objeciones concretas y locales que
Ehe mencionado en el capítulo anterior.
Ante el hecho de que tanta gente inteligente esté al otro bando, el socialista tiende
a atribuirlo a la corrupción (consciente o inconsciente), a la creencia, motivada por la
ignorancia, de que el socialismo «no funcionaría», o simplemente al temor a los
horrores y trastornos del período revolucionario, antes de la instauración del
socialismo. Sin duda, todos estos motivos pesan, pero hay mucha gente que no está
influida por ninguno de ellos y a pesar de todo es hostil al socialismo. Sus razones
para rechazarlo son de tipo intelectual, «ideológico». Se oponen a él no por el hecho
de que «no funcionaría», sino precisamente porque «funcionaría» demasiado bien. Lo
que temen no son las cosas que ocurrirán mientras ellos vivan, sino las que ocurrirán
en un futuro lejano, cuando el socialismo sea una realidad.
He conocido a muy pocos socialistas convencidos que fueran capaces de
comprender que gente culta puede rechazar los objetivos hacia los cuales parece
avanzar el socialismo. El marxista, especialmente, desdeña este tipo de actitud
tachándola de sentimentalismo burgués. Por lo general, los marxistas no son muy
hábiles para leer en la mente de sus adversarios; si lo fuesen, puede que la actual
situación de Europa fuese menos desesperada. Poseedores de una técnica que parece
explicarlo todo, pocas veces se toman la molestia de averiguar lo que ocurre en la
cabeza de los demás. He aquí, por ejemplo, una ilustración de lo que quiero decir.
Hablando de la extendida teoría según la cual el fascismo es un producto del
comunismo —lo cual, en un cierto sentido, es verdad—, N. A. Holdaway, uno de
nuestros más destacados autores marxistas, escribe lo siguiente:
«La vieja leyenda de que el comunismo conduce al fascismo… El elemento de
verdad que hay en ella es el siguiente: la aparición de actividades de signo comunista
hace ver a las clase dirigente que los partidos laboristas democráticos no son ya
capaces de tener sometida a la clase obrera, y que la dictadura capitalista debe tomar
otra forma para sobrevivir».
Aquí pueden observarse los defectos del método. Por el hecho de haber observado
la causa económica profunda del fascismo, supone tácitamente que el aspecto
espiritual del mismo carece de importancia. El fascismo es definido como una
maniobra de la clase dirigente, lo cual, fundamentalmente, es cierto. Pero esto
explicaría sólo por qué el fascismo interesa a los capitalistas. Pero ¿y los millones de
personas que no son capitalistas, que, desde el punto de vista material, no tienen nada
que ganar con el fascismo y en muchos casos lo saben, y que, con todo, son fascistas?
Es evidente que su adhesión se ha producido únicamente por razones ideológicas.
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