Page 119 - El camino de Wigan Pier
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mismo, casi como una especie de religión. Esta idea está implícita, por ejemplo, en la
           mayor parte de la propaganda que se hace acerca del rápido progreso industrial de la
           Rusia soviética (la presa del Dniéper, los tractores, etc., etc.). Karel Capek la expresa
           certeramente en el estremecedor final de R.U.R., cuando los robots, después de matar

           al  último  ser  humano,  anuncian  su  intención  de  «construir  muchas  casas»,  por  el
           simple afán de construir casas. El tipo de persona que más dispuesta está a aceptar el
           socialismo  es  también  el  tipo  de  persona  que  ve  con  entusiasmo  el  progreso
           mecánico, en sí. Y esta actitud es tan frecuente que a menudo los socialistas no se dan

           cuenta de que existe la opinión contraria. En general, el argumento más persuasivo
           que  se  les  ocurre  es  que  el  grado  actual  de  mecanización  del  mundo  no  es  nada
           comparado con lo que veremos cuando se instaure el socialismo. Donde ahora hay un
           avión, entonces habrá cincuenta, dicen. Todo el trabajo que se hace ahora a mano se

           hará entonces a máquina; todo lo que ahora se hace de cuero, madera o piedra será
           entonces de caucho, vidrio y acero. No habrá desorden ni cabos sueltos, no habrá
           desiertos,  animales  salvajes  ni  malas  hierbas,  no  habrá  enfermedad,  pobreza  ni
           dolor…

               Y así sucesivamente. El mundo socialista será, ante todo, un mundo ordenado, un
           mundo práctico.  Pero  es  precisamente  esta  visión  del  futuro  como  una  especie  de
           reluciente mundo de Wells la que rechazan las personas sensibles. Observen aquí que
           esta grosera imagen del «progreso» no es parte integrante de la doctrina socialista,

           pero  se  ha  llegado  a  creer  que  lo  es,  con  el  resultado  de  que  el  conservadurismo
           temperamental  latente  en  todas  las  personas  es  fácilmente  movilizado  contra  el
           socialismo.
               Toda  persona  sensible  tiene  momentos  de  suspicacia  ante  las  máquinas,  y,  en

           cierta  medida,  ante  las  ciencias  físicas.  Pero  es  importante  analizar  los  distintos
           motivos,  que  han  variado  grandemente  según  las  épocas,  de  la  hostilidad  hacia  la
           ciencia y la industria, dejando aparte, desde luego, los celos del moderno hombre de

           letras que odia la ciencia porque ésta ha robado la antorcha de la literatura. El primer
           ataque sistemático que conozco contra la ciencia y el maquinismo se encuentra en la
           tercera  parte  de  Los  viajes  de  Gulliver.  Pero  el  ataque  de  Swift,  aunque  brillante
           como tour de force, es intrascendente e incluso absurdo, porqué está escrito desde el
           punto  de  vista  de  un  hombre  falto  de  imaginación,  lo  cual  puede  parecer  extraño

           dicho del autor de Los viajes de Gulliver. Para Swift, la ciencia no era otra cosa que
           una especie de banal revolver en la basura, y las máquinas eran absurdas invenciones
           de  funcionamiento  imposible.  Su  punto  de  vista  era  el  de  la  utilidad  práctica;  le

           faltaba la penetración necesaria para darse cuenta de que un experimento que no es
           inmediatamente útil puede serlo en el futuro. Constantemente, en el libro, asegura que
           el mejor de todos los logros sería «hacer crecer dos hojas de hierba donde antes sólo
           crecía una», sin ver, en apariencia, que esto precisamente es lo que pueden conseguir
           las  máquinas.  Poco  tiempo  después,  las  despreciadas  máquinas  comenzaron  a

           funcionar, las ciencias físicas ampliaron su campo y se produjo el famoso conflicto



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