Page 122 - El camino de Wigan Pier
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admiramos en las personas sólo pueden darse en oposición a algún tipo de desgracia,
dolor o dificultad, y la tendencia del progreso mecánico es eliminar la desgracia, el
dolor y las dificultades. En libros como El sueño y Hombres como dioses, se da por
supuesto que cualidades como la fuerza, el valor, la generosidad, etc., seguirán vivas
porque son cualidades agradables y atributos necesarios de la persona completa. Se
supone, por ejemplo, que los habitantes de Utopía crearían peligros artificiales con el
fin de ejercitar su valor, y harían ejercicios con pesas para endurecer los músculos
que nunca se verían obligados a usar. Y aquí se observa la gran contradicción que
suele contener la idea de progreso. La tendencia del progreso mecánico es a hacer el
medio de vida seguro y agradable, y en cambio se quiere conservar el valor y la
fortaleza. Se ejerce al mismo tiempo un furioso tirar hacia adelante y un desesperado
retener. Es como si un corredor de bolsa londinense fuese a su oficina con un traje de
cota de malla y se empeñase en hablar latín medieval. Así que, en último término, el
paladín del progreso es a la vez el paladín del anacronismo.
He partido del supuesto de que la tendencia del progreso mecánico es hacer la
vida segura y agradable. Esto puede ser discutido, porque en cualquier momento los
efectos de algún reciente invento mecánico pueden parecer contrarios a esa tendencia.
Tomemos por ejemplo la transición del caballo a los vehículos de motor. A primera
vista, se podría decir, considerando la enorme cantidad de fallecimientos por
accidente de circulación, que el automóvil no contribuye precisamente a hacer la vida
más segura. Además, seguramente se necesita tanto valor para ser conductor de un
camión de la basura como para ser domador de caballos o participar en el Grand
National. No obstante, la tendencia de las máquinas en general es hacerse más
seguras y más fáciles de manejar. El problema de los accidentes desaparecería si
decidiésemos abordar seriamente la planificación circulatoria, como se hará más
pronto o más tarde; y el automóvil se ha perfeccionado ya hasta el punto de que
cualquiera que no sea ciego o paralítico puede conducirlo después de unas pocas
lecciones. Aun ahora, se necesita mucho menos valor y habilidad para conducir un
coche medianamente bien que para montar a caballo medianamente bien; dentro de
veinte años, es posible que no se necesite ya valor ni habilidad algunos. Hay que
decir, pues, que, tomando la sociedad en su conjunto, el resultado de la transición del
caballo al automóvil ha representado un aumento de seguridad. Si tomamos otro
invento, el aeroplano, por ejemplo, ocurre también que, a primera vista, no contribuye
a hacer la vida más segura. Los primeros hombres que pilotaron estos aparatos eran
extraordinariamente valerosos, e incluso hoy en día debe de hacer falta un valor
excepcional para ser piloto. Pero actúa la misma tendencia de antes. El avión, como
el automóvil, será cada día de manejo más simple; un millón de ingenieros están
trabajando, casi inconscientemente, en este sentido. Finalmente —el objetivo es éste,
aunque quizá nunca se alcance totalmente— se llegará a fabricar un avión cuyo piloto
no necesitará más habilidad o valor del que necesita un niño en su cochecito. Todo el
progreso mecánico va y debe ir en esta dirección. Las máquinas evolucionan
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