Page 25 - El camino de Wigan Pier
P. 25

3





                 uando el minero sale del pozo está tan pálido que su palidez es visible incluso a
           Ctravés  de  la  máscara  de  polvo.  Ello  se  debe  al  aire  viciado  que  ha  estado

           respirando, y desaparecerá al cabo de un rato. Para un hombre del sur que visita por
           primera vez las zonas mineras, la visión de varios centenares de mineros saliendo de
           un pozo resulta un espectáculo extraño y un tanto siniestro. Sus caras cubiertas de
           hollín  revelan  su  agotamiento,  y  tienen  una  expresión  hosca  y  salvaje.  Fuera  del

           trabajo,  cuando  llevan  la  cara  limpia,  se  distinguen  en  poco  del  resto  de  la  gente.
           Tienen una forma característica de andar, muy derechos y con los hombros echados
           hacia atrás, como reacción al constante agacharse de allá abajo. Pero la mayoría de
           ellos son de baja estatura, y sus ropas bastas y mal cortadas ocultan la belleza de sus

           cuerpos. Su rasgo físico más característico son las cicatrices azules en la nariz. Todos
           los mineros tienen cicatrices azules en la nariz y en la frente, que permanecerán allí
           hasta  el  día  de  su  muerte.  El  polvo  de  carbón  que  satura  el  aire  de  la  mina  se
           introduce en toda pequeña herida que se produce y se queda allí al cicatrizar la piel,

           formando  una  mancha  azul,  como  un  tatuaje,  pues  en  realidad  no  es  otra  cosa.
           Algunos de los hombres de más edad tienen la frente veteada de azul como el queso
           de Roquefort.
               Cuando el minero sale a la superficie, lo primero que hace es gargarizar un poco

           de agua para sacarse el polvo de carbón de la garganta y de la nariz. Después, en su
           casa, se lava o no, según su costumbre. Por lo que he visto, yo diría que la mayoría de
           los mineros prefieren comer primero y lavarse después, como lo preferiría yo en sus
           circunstancias.  Es  habitual  ver  a  un  minero  sentado  a  la  mesa  del  té  con  la  cara

           completamente  negra  excepto  los  labios,  limpios  por  el  hecho  de  comer,  y  que
           parecen muy rojos. Después de la comida, el minero coge un balde de agua y se lava
           metódicamente,  primero  las  manos,  después  el  pecho,  el  cuello  y  los  sobacos  y
           finalmente  la  cara  y  el  cuero  cabelludo,  donde  el  polvillo  se  acumula  en  mayor

           cantidad. Después, su mujer le lava la espalda con la toalla. Con ello, queda limpia la
           mitad superior de su cuerpo; probablemente tiene aún el ombligo lleno de carbón,
           pero aun así no es fácil quedar pasablemente limpio con un solo balde de agua. Yo,
           por mi parte, necesitaba bañarme dos veces cada vez que salía de una mina. Sólo para

           limpiarse las pestañas se requieren diez minutos.
               En  algunas  de  las  explotaciones  mayores  y  mejor  organizadas,  los  mineros
           disponen  de  baños  a  la  salida  misma  de  los  pozos.  Esto  constituye  una  ventaja
           enorme, porque les permite lavarse completamente todos los días de forma cómoda y

           agradable, y porque en los baños cada hombre tiene dos armarios, y puede así guardar
           su ropa de trabajo separada de la corriente, de modo que a los veinte minutos de salir
           del pozo negro como un tizón puede marcharse a ver un partido de fútbol limpio y
           bien vestido. Pero estos baños no abundan, porque los filones de carbón se agotan un



                                         www.lectulandia.com - Página 25
   20   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30