Page 87 - El camino de Wigan Pier
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él, aparte de que ahora vota laborista o, si es posible, comunista, cuando hay
elecciones? Es evidente que, por lo general, se siente aún identificado con su clase; se
encuentra mucho más a gusto con un miembro de esta clase, que le considera un rojo
peligroso, que con un miembro de la clase obrera, quien, en principio, está de acuerdo
con él. Sus gustos en cuanto a comida, vinos, vestido, libros, cine, música y ballet
son aún típicamente burgueses, y, lo más significativo de todo, se casa
invariablemente con una mujer de su clase. Observen a cualquier socialista burgués.
Observen al camarada X, miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña y autor de
El marxismo para niños. El camarada X es antiguo alumno de Eton. Está dispuesto a
morir en las barricadas, en teoría por lo menos, pero aún lleva siempre desabrochado
el último botón del chaleco. Idealiza al proletariado, pero es notorio lo poco que se
parecen sus costumbres a las costumbres proletarias. Quizás alguna vez, por pura
bravata, se ha fumado un puro sin quitarle la vitola, pero le sería casi imposible
físicamente comer queso llevándose los trozos a la boca con la punta del cuchillo,
estar en una habitación con el sombrero puesto, o incluso beber el té en el plato. He
conocido a muchos socialistas burgueses y he escuchado durante horas sus diatribas
contra su clase de origen, pero nunca, ni una sola vez, he visto a ninguno que coma
como lo hacen los obreros. Al fin y al cabo ¿por qué no? ¿Por qué un hombre que
cree que el proletariado es el compendio de todas las virtudes ha de tomarse tantas
molestias para comer la sopa sin sorber? La única explicación es que, en el fondo,
encuentra desagradables los modales proletarios. Con lo cual no hace sino actuar
según la educación que recibió de niño, cuando le enseñaron a odiar, temer y
despreciar a la clase obrera.
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