Page 96 - El camino de Wigan Pier
P. 96

aspectos. Pensé en vender todo lo que poseía, abandonarlo todo, cambiar de nombre y
           comenzar de nuevo sin dinero y sin más propiedades que la ropa puesta. Pero en la
           vida real no es posible hacer todo esto. Aparte de los parientes y amigos a los que hay
           que  tener  en  cuenta,  es  dudoso  que  un  hombre  educado  pudiese  hacerlo  mientras

           tuviera  alguna  otra  posibilidad.  Pero,  como  mínimo,  podía  mezclarme  con  aquella
           gente,  ver  cómo  vivían  y  sentirme  temporalmente  parte  de  ellos.  Una  vez  hubiera
           estado  entre  ellos  y  me  hubieran  aceptado,  habría  tocado  el  fondo,  y  entonces
           quedaría libre de parte de mi culpa. Ya entonces me daba cuenta de que todo esto era

           irracional, pero lo sentía así.
               Lo  pensé  de  nuevo  y  decidí  lo  que  haría:  iría,  convenientemente  disfrazado,  a
           Limehouse, Whitechapel y otros lugares de este tipo, me alojaría en pensiones baratas
           y me haría amigo de obreros portuarios, buhoneros, gente sin recursos, mendigos y, a

           ser posible, criminales. Y me enteraría de cómo vivían los vagabundos, de la forma
           de  relacionarme  con  ellos  y  de  entrar  en  el  mundo  de  la  mendicidad.  Una  vez
           conociese bien estos extremos, me echaría yo también a la carretera.
               Al  principio  no  fue  fácil.  Hube  de  fingir  mucho,  cosa  para  la  cual  no  tengo

           talento. Por ejemplo, no puedo disfrazar mi forma de hablar, o por lo menos no lo
           consigo más que durante unos minutos. Me imaginaba —obsérvese aquí la enorme
           conciencia de clase del inglés— que, en el mismo momento de abrir la boca quedaría
           catalogado como un «señor». Por eso tenía preparada una historia de desgracias para

           el caso de que me preguntasen. Me hice con las ropas adecuadas y las ensucié en los
           puntos  indicados.  Soy  una  persona  difícil  de  disfrazar,  por  el  hecho  de  ser
           anormalmente  alto,  pero  por  lo  menos  sabía  cómo  va  vestido  un  vagabundo.  (Por
           cierto que hay poquísima gente que lo sepa. Miren cualquier dibujo de un vagabundo

           en el Punch. Todos parecen de veinte años atrás). Una tarde, después de vestirme en
           casa de un amigo, me puse en camino y anduve en dirección al este, hasta encontrar
           una pensión barata en Limehouse Causeway. Era oscura y de aspecto sucio. Supe que

           era  una  pensión  barata  por  el  letrero  de  la  ventana:  «Buenas  camas  para  hombres
           solos». ¡Dios mío, cómo hube de reunir todo mi valor antes de decidirme a subir!
           Ahora, al contarlo, parece ridículo. Pero recuerden que yo estaba aún medio asustado
           de la clase obrera. Quería entrar en contacto con ella, quería incluso convertirme en
           uno de ellos, pero aún me los imaginaba como seres extraños y peligrosos. Cruzar el

           oscuro  umbral  de  aquella  pensión  me  parecía  algo  así  como  descender  a  algún
           horrible lugar subterráneo, a una cloaca llena de ratas o algo así. Estaba seguro de
           que, cuando entrase, se organizaría una pelea. La gente de dentro descubriría que no

           era uno de ellos y supondrían inmediatamente que había ido a espiarles, y entonces
           me cogerían por la fuerza y me echarían. Eso era lo que esperaba que ocurriese. Sabía
           que tenía que entrar, pero la perspectiva no me seducía.
               Una vez hube franqueado la entrada, salió de no sé dónde el «encargado», y le
           dije que quería una cama para aquella noche. Observé que mi forma de hablar no le

           llamaba en absoluto la atención; se limitó a pedirme nueve peniques y después me



                                         www.lectulandia.com - Página 96
   91   92   93   94   95   96   97   98   99   100   101