Page 253 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González



               En una de las vueltas a Colombia, estaba desempeñando mi labor como conductor
             de comisario internacional de carrera. Íbamos descendiendo por el alto de minas, en
             camioneta Luv de Coca-Cola, “la pitufina”, y me dice el emisario: “Dele flaquito, dele
             más rápido que nos toca llegar a Manizales rápido”, yo pise el acelerador, agarre
             fuerte la cabrilla y hágale mijo, pero lo que no habíamos previsto, es que el asfalto de la
             carretera, en ese sector, es húmedo con piedrita chiquita o como se le conoce, gravilla,
             que se desprende de la montaña. En una curva, la camioneta empezó a dar vueltas de
             campana, creo que dimos dos o tres, yo solté la cabrilla, apague el carro y toque suave-
             mente el pedal de freno. Quedamos pálidos y después de varios segundos, me dice el
             comisario, el señor Hermógenes García: “Ya flaquito, bájele, démosle más despacio,
             primero estamos nosotros”, el susto fue berraco…!






               Corría el año de 1974, eran las 10 de la noche, nos dirigíamos a una fiesta del barrio
             Egipto, íbamos América, Libertad y Miguel Ángel, mi cuñado, quien después se conver-
             tiría en mi ahijado de matrimonio y para esta historia, fue el héroe y protagonista, por-
             que…?, ya lo voy a decir… ya lo voy a decir… ya lo voy a decir…! Debe en este pedazo
             cantar el coro… pachito eche… le dicen al señor… pero antes, que tal un chocolate
             bien espumoso con almojábanas y huevos revueltos…? Eso si, recuerden, sin cebolla
             ni tomate, ahh…! Que ricooo…!, bueno, ahora si, continuemos.
               Miguel Ángel en esa época, practicaba las artes marciales, era cinturón negro, de
             pronto, salen 4 individuos con navajas cada uno, yo creo que lo que querían era atra-
             carnos… será…? Noooo… Que va… Miguel Ángel nos dijo inmediatamente: “Párense
             contra la pared que yo arreglo este asunto”, con toda la calma del mundo, se aflojo la
             corbata, se quitó el saco y les dijo a los atracadores: “Señores, les informo que se me-
             tieron con el que no era, yo soy un arma letal”, cruzo sus puños, se puso en posición de
             combate y que creen que paso…? Disfrutemos una poker litro al clima, porque fría me
             daña la voz… y les cuento el final, sino, dejemos así ahijadito…!







               Si uno no aprende las tablas de multiplicar, como las aprendí yo, les cuento, estima-
             dos lectores y lectoras, que no está en nada. Mi padre me levantaba de lunes a viernes,
             a las 4 de la mañana, al patio de la casa y antes de irme para el colegio, debía estudiar
             las tablas de multiplicar, desde la 1 hasta la 12, al derecho y al revés, así cualquiera
             aprende. Mi madre, tan linda ella, me echaba una cobija por la cabeza, para que no
             me congelara, ni dañara el peinado con aguadepanela, que me hacia todos los días.
             La lección me la tomaba mi padre, tan simpático el, todos los días, de lunes a viernes,
             a las 6 de la tarde, cuando llegaba de la oficina de trabajar y antes de tomarse su vaso
             de leche, en su jarro preferido y de que empezara su programa de televisión favorito,
             el llanero solitario o Lassie. Por eso repito, así cualquiera aprende las tablas de multi-
             plicar, no les parece…?


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