Page 35 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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vicios, embriagueces y excesos sexuales. Muy a menudo, los lapsus están simplemente motivados
por la inatención, la pereza mental y el inagotable caudal de la estupidez de los hombres. He
aqui, escogiendo sin solución de continuidad en el espacio y en el tiempo, un muestrario que nos
ha parecido significativo y que ilustra el aserto precedente.
En la Revolución Irlandesa contra el dominio inglés, en la Primavera de 1916 puede afirmarse que
todo salió al revés de lo previsto por los revolucionarios. Se suponía que 12.000 miembros de las
Fuerzas Voluntarias Irlandesas llegarían a Dublin el domingo, 23 de abril. Pero sólo 1.500
llegaron en la fecha prevista. Los otros 10.500 revolucionarios se armaron un lío tan tremendo con
la increíble plétora de órdenes cambiantes que no llegaron hasta el lunes o el martes. En todo
caso, al dirigirse a los que efectivamente llegaron el domingo, el líder Patrick Pearse, leyó la
proclamación de la República Irlandesa pero, convaleciente de un reciente resfriado, tenía la voz
tan afónica que sólo los que se hallaban a su lado se enteraron de lo que decía. Entonces, Pearse
ordenó que se pegaran pasquines por todo Dublin, con el texto de la declaración que acababa de
leer. En aquél momento cayeron en la cuenta de que el propio Consejo Militar de la Revolución,
por motivos que nadie ha conseguido explicarse jamás, había prohibido que se comprara cola. De
manera que, como consecuencia de ello, se produjo el primer robo de los revolucionarios. Un saco
de harina fue incautado en una tienda de ultramarinos para confeccionar a toda prisa, una pasta
adhesiva. Así se hizo, pero la pasta estaba mal hecha y los pasquines no aguantaban en las
paredes y caían al suelo. En cambio, por algún motivo que permanecerá inexplicable hasta la
perpetuación de los siglos, sí se adherían a las suelas de los transeúntes. Finalmente, convencidos
de que preciso lograr cuanto antes un éxito espectacular, los sublevados atacaron la Oficina de
Correos de Dublin y quemaron unas cuantas sacas conteniendo cartas. La lucha por la liberación
de Irlanda había comenzado (55).
En 1948, el Coronel de Estado Mayor del Ejército Norteamericano, David Marcus, dimitió de su
cargo en el Pentágono y se alistó en el recién formado Ejército de Israel. Al abandonar su patria de
nacimiento, el bizarro Coronel dijo que su vocación era morir por su patria. Se refería, obvio es,
no a los Estados Unidos, sino a su patria racial, Israel, entonces de muy reciente creación. Decir
que un judío es, antes que nada, judío, independientemente del lugar en donde haya nacido,
puede costar condenas de varios años de cárcel tanto en las democracias occidentales, como en
las orientales, llamadas populares (56). Parece que si quien lo dice, o mejor aún, lo hace es un
judío entonces no pasa nada. Por eso no le pasó nada al Coronel David Marcus. Mejor dicho, sí le
pasó, pero no en Norteamérica, sino en Israel, al poco tiempo de llegar. David había expresado
fervientes deseos de morir por su patria.
No obstante, no eligió primera línea, que era el lugar dónde lógicamente sus deseos podrían verse
colmados con más facilidad. Marcus organizaba la Intendencia, digamos en segunda o tercera fila.
Una noche salió de su tienda de campaña para orinar. Como hacía un poco de fresco se cubrió
con una sábana. Como sus movimientos llamaran la atención a un guardián israelí éste le dio el
alto, e inmediatamente disparó al tomarlo por un árabe, aspecto que le daba precisamente su
sábana blanca. Así murió el primer judeo-americano en Palestina (57).
Traduttore Tradittore, traductor traidor. Que la traición se produzca al traducir una novelucha de
tres al cuarto tiene una trascendencia relativa, pero que quien se equivoque sea nada menos que
el intérprete del Presidente de los Estados Unidos puede conllevar implicaciones muy graves. Un
tal Seymur era el encargado de traducir del inglés al polaco los discursos del Presidente Carter en
el transcurso del viaje que éste hizo a Polonia en 1977. Su inspirada traducción del discurso del
Aeropuerto de Varsovia estaba tocada con la gracia del genio. Cuando el Presidente Carter habló
de sus deseos para el futuro, Seymour lo vertió al polaco como lujurias para el futuro. Y cuando el
primer mandatario americano aseguró a los miembros del gobierno polaco, que le habían ido a
recibir en pleno, que si alguien cree que detrás de las ofertas de ayuda americana hay el deseo de
que se nos pague más adelante, se equivoca', el intérprete les dijo a los anfitriones, en polaco con
acento alemán, que si alguien cree que detrás de las ofertas de ayuda americana hay el deseo de
que se nos pague más adelante, NO se equivoca, con un énfasis muy sostenido en el adverbio
negativo que cambiaba radicalmente todo el sentido de la frase. Pero cuando Seymour alcanzó sin