Page 37 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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algo sordo, se dirige a uno de sus adláteres ¿Qué pasa ¿Qué quiere la gente...Mi general, una
frase. Diga usted algo, le contestan. ¿Algo ¿Cómo algo, inquiere de nuevo el fastidiado militar. Una
frase. Una frase aguda, mi general. Entonces Mac Mahon se yergue, espléndido en su rutilante
uniforme y pronuncia una frase grande, pero lacónica Qué d'eau! ( ¡Cuánta agua!).
Pero la más desdichada intervención de un hombre político en un acto público la protagonizó, a
nuestro entender, el primer ministro británico, el laborista James Callaghan, con ocasión de la
recepción dada con motivo de la. apertura de las nuevas oficinas de la Sociedad Anglo-Americana,
en Queen Anne's Gate, Londres, en 1978.
Callaghan debía proceder al descubrimiento de una placa conmemorativa, tras los discursos de
rigor. ¿Porqué no me dicen Vdes. cuando debo tirar de la cinta, preguntó el Primer Ministro a los
numerosos fotógrafos arremolinados a su alrededor. Voy a decirles lo que voy a hacer, añadió
displicentemente, voy a contar hasta cinco y luego tiraré de la cinta. De manera que Callaghan,
entre cuyas cualidades no figuraba precisamente la modestia, según reconocían sus mejores
amigos, contó majestuosamente hasta cinco, y sonaron los clics de las cámaras, cuyos fogonazos
iluminaron la escena, mientras de un tremendo tirón arrancó la placa de la pared y la precipitó
contra la cabeza del agregado cultural de Austria (59).
DIOS Y LA HISTORIA
Que la Divina Providencia rige los destinos de los hombres es algo tan innegable que ni los más
descreídos se atreven a ponerlo en duda. Los políticos, especialmente, son quienes más aluden,
hoy día, al Sumo Hacedor. Cierto que no todos son tan propensos a las invocaciones al Altísimo
como el ex-líder del Partido Comunista de España, Don Santiago Carrillo, pero es evidente que
todos, o la inmensa mayoría, poseen una fé que tal vez no mueva montañas, pero que, pese a
todo, les ayuda a combatir la ingratitud de los hombres, olvidadizos de los sacrificios de los
integrantes de lo que se ha dado en llamar la clase política.
Esta predilección de los políticos por Dios no es moderna. Y no es que nos remontemos a la
famosa pieza oratoria de Don Emilio Castelar, cuarto presidente de la Primera República Española,
cuando ante un boquiabierto auditorio, clamó ¡Grande es Dios en el Sinaí! (frase que sólo Dios y el
finado Don Emilio sabrán qué tenía que ver con el discurso de éste), sino que podemos y debemos
remontamos a la Antigüedad, en los albores de la Historia, para encontrar ya a Dios haciendo
pactos con los judíos, tal como nos lo relata la Biblia (que es Palabra de Dios, según nos aseguran
los pastores de la cristiana grey). Siendo Abram de edad de noventa y nueve años, se le apareció
Jehová y le dijo Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto (60).
Y ¿qué nos cuenta este capítulo Pues que Dios ha decidido cambiarle el nombre de Abram por el
de Abraham. ¿Por qué Pues porque va a hacer de él padre de muchedumbres de gentes... y reyes
saldrán de tí. El libro santo no explica por qué Dios, para hacer a Abraham padre de
muchedumbres de gentes, etcétera, debe intercalar una h y una a en el nombre de Abram, de
manera que debemos, nosotros, abstenernos de profundizar en el tema, pues hay otras cosas más
importantes. Pues Dios le dice a Abram Abraham Y estableceré un pacto entre tu y Yo y tu
simiente después de tí en sus generaciones por alianza perpetua, para serte a tí Dios y a tu
simiente después de tí.
¿En qué consiste ese pacto entre Dios y Abram-Abraham Pues bien, Dios, o, más exactamente
Jehová, que es el nombre que se le da en el Antiguo Testamento, dará a Abraham y su simiente,