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de evitarla por todos los medios, pero sé que todos mis intentos fracasarán. Aun así, voy
a intentarlo. Pero ahora, vayámonos a Upaplavya. Yudhisthira debe de estar esperando
muy ansiosamente nuestra llegada.
Capítulo IV
DIECIOCHO AKSHAUHINIS
ALYA supo que los pandavas habían terminado su exilio y estaba planeando ir a
S verles. Justo cuando lo estaba considerando, los mensajeros de Yudhisthira llegaron
a su reino. Yudhisthira le había pedido que se pusiera de su lado durante la guerra que
parecía inevitable. Salya estaba muy contento de poder ayudar a su sobrino y partió de la
ciudad con un ejército de un akshauhini, dirigiéndose hacia Upaplavya. Le acompañaban
sus poderosos hijos.
Duryodhana oyó que Salya había iniciado su marcha hacia Upaplavya y decidió
granjearse la amistad de aquel gran guerrero. Organizó los preparativos, planeando
que el ejército de Salya descansara por el camino en varios sitios. Erigió campamentos
dotándoles de toda la comodidad necesaria para suministrarles avituallamientos y
entretenimientos que con toda seguridad agradarían al rey de Madra. Duryodhana tomó
especial cuidado de las comodidades de Salya a quien se le atendió como si fuera Indra.
Salya estaba muy complacido y halagado. Pensaba que todos estos preparativos habían
sido organizados por Yudhisthira.
Mandó buscar a los sirvientes que habían hecho los arreglos y les preguntó:
—¿Dónde están los agentes de mi sobrino Yudhisthira que se han tomado tantas
molestias? Me gustaría reunirme con ellos y recompensarles por esto. Por favor, pedidles
que vengan ante mí para poder mostrarles mi gran aprecio.
Los sirvientes no sabían qué decir a esto. Así que fueron a Duryodhana y le contaron
todo. El monarca kuru se dio cuenta que Salya estaba tan agradecido que incluso daría
su vida como muestra de su aprecio. Duryodhana pensó que había llegado el momento
de presentarse ante Salya.
Duryodhana fue al campamento de Salya y se hizo anunciar. Fue una gran sorpresa
para Salya cuando vio que era Duryodhana el responsable de todo aquello. Estaba muy
complacido con él. Le abrazó y le dijo:
—Dije que recompensaría a la persona que ha tomado tantos cuidados conmigo. Mi
palabra queda en pie. ¿Qué puedo hacer para mostrarte mi agradecimiento?
Duryodhana le dijo:
—Sólo una cosa puede agradarme, mi señor. Estoy a tus pies rogándote un don: por
favor, ponte de mi lado y ayúdame en esta guerra.