Page 404 - Mahabharata
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               ellos en la guerra? Yendo tú, estoy seguro que conseguirás lo que es mejor para nosotros
               y para nuestro querido hermano y rey Yudhisthira.

                   Shadeva les había estado escuchando a todos y se levantó de su asiento diciendo:
                   —Krishna, quiero que vayas y les hables de modo que la guerra y sólo la guerra
               sea el resultado. Incluso si los kurus piden la paz, ¡que haya guerra! Habiendo visto a
               nuestra querida reina en Hastinapura en la corte de esos pecadores, ¿cómo puede alguien
               desear la paz con los hijos de Dhritarashtra? Sólo la muerte puede ser la respuesta para
               Duryodhana. Si mis hermanos Yudhisthira, Bhima, Nakula y Arjuna quieren la paz,
               que se queden con la paz. Yo mismo lucharé contra Duryodhana y le mataré. Dile las
               palabras que he dicho aquí. Dile que no puede escapar a la muerte.

                   Satyaki dijo:
                   —Shadeva dice la verdad. La muerte es lo único que merece Duryodhana. Krishna,
               tú viste a los pandavas en el bosque de Kamyaka vestidos con cortezas de árboles y pieles
               de ciervo. Habiéndoles visto así, ¿cómo puedes descansar en paz a menos que se vengue
               esta injusticia? Todos los kurus tienen que ser aniquilados. —Satyaki aún permanecía de
               pie, cuando todos lanzaron vítores de alegría al escuchar sus palabras llenas de afecto
               por los pandavas. Le gritaban « ¡Bien dicho! », « ¡Excelente! », produciendo un estruendo
               ensordecedor en la tienda de los pandavas.

                   Krishna miró a Draupadi que había estado escuchando todo lo que se decía. Ella
               levantándose con los ojos llenos de lágrimas dijo:
                   —Gloria a Shadeva y Satyaki que son los dos únicos kshatryas que veo aquí. —Se
               volvió a Krishna y le dijo—: Tú lo sabes todo, mi señor, no tengo que refrescarte la
               memoria. Te daré mi mensaje. No debes usar dulces palabras, ni ruegos para hablarle
               a Duryodhana. Con gentileza sólo podemos ganarnos el corazón de la buena gente. A
               él debes castigarle. Arroja el báculo de la destrucción en la dirección de esa multitud
               de pecadores. Arréglatelas para que haya guerra. No soy partidaria de estos inútiles
               discursos de paz; quiero la guerra. Quiero que toda la familia de los kurus sea destruida.

                   »Los ancianos que observaron indiferentes cómo estaba siendo insultada deben morir
               todos y cada uno de ellos. No quiero que hagas entrar en razón a Duryodhana. No me
               sorprende la petición de paz de Yudhisthira, lo que daña mi corazón son los discursos
               de Bhima, Arjuna y Nakula. Tú eres mi único refugio, mi Krishna, por favor sálvame
               de la indignidad de ser amiga de los kurus. Tengo que verles muertos. Si alguna vez
               me has apreciado en tu corazón, si alguna vez te has sentido apenado por mí y por mi
               dolor, te encargo por ese amor que me tienes que hagas que esta guerra sea inevitable.
               Debes insultar a Duryodhana, mofarte de él e irritarle. Haz lo que sea para conseguir mi
               propósito. Debe haber guerra. —Draupadi dejó de hablar. Las lágrimas la ahogaban. Sus
               cálidas lágrimas humedecían sus vestidos.
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