Page 405 - Mahabharata
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5. El consejo                                                                            385


                   Levantó su trenza larga y perfumada, que parecía una enorme serpiente y sostenién-
               dola con su mano izquierda dijo:

                   —Mira este pelo, Krishna, no lo he adornado desde el día en que fue mancillado por la
               mano de Dussasana. Que todos aquellos que quieren la paz miren a este eterno recuerdo
               de mi vergüenza. En el bosque, mi señor Yudhisthira dijo que deberíamos ser pacientes
               durante trece años y que al final de los trece años se enfadaría tanto como yo quisiera.
               Ya veo cuál es su ira, he estado viviendo de esperanzas. Creí que se comportarían como
               hombres, al menos al final de los trece años; pero no, son los mismos. Creo que debo
               estar de acuerdo con Duryodhana, cuando les llamó cobardes. Lo son, incluso Bhima.
                   »Krishna, este insulto ha estado quemándome el corazón durante demasiado tiempo.
               Sólo he tenido un deseo durante todos estos años. Quiero ver la mano ensortijada de
               Dussasana yaciendo en el suelo, separada de su cuerpo. Hasta que no vea esa mano que
               agarró mi pelo tirada en el suelo, mi mente no podrá descansar. Este es el deseo que ha
               morado en mi corazón durante todos estos años y me está quemando como el fuego.
               Sólo tú puedes ayudarme a realizar mi venganza. No quiero verte volver de Hastinapura
               sin declarar la guerra.

                   Krishna miró su rostro desfigurado por las lágrimas y dijo:
                   —No llores, Draupadi, no llores. Pronto, muy pronto, verás a las reinas de todos los
               reyes de este mundo llorar, porque habrán perdido su todo. Todos los reyes morirán, lo sé.
               ¿Recuerdas la promesa que te hice en el bosque de Kamyaka? De nuevo en Upaplavya,
               cuando nos encontramos después de que acabara tu exilio, me adoraste con leche y miel
               silvestre. ¿No recuerdas mis palabras de entonces? No he olvidado la promesa que te
               hice. Ha llegado el momento en que el pecador Duryodhana y sus aliados tienen que
               morir. Con la ayuda de Nakula, Shadeva, Bhima y Arjuna destruiré el mundo. Mis
               palabras no son en vano. Me encargaré de que todos mueran. Vamos, Draupadi, limpia
               tus ojos y sonríe; comienza a sonreír. Los días de llanto se han acabado.

                   Al día siguiente, poco después de que el Sol se hubiera elevado por el este, comen-
               zaron los preparativos para el viaje de Krishna a Hastinapura. Su carro fue equipado
               con todas sus armas. Yudhisthira le ayudó a entrar en su carro e hizo que Satyaki le
               acompañara. Los pandavas, como era costumbre en ellos, llevaron el carro hasta cierta
               distancia acompañándole y luego se despidieron de Krishna y Satyaki.

                                                        Capítulo XI
                                            HASTINAPURA SE PREPARA


                     HRITARASHTRA oyó por sus espías que Krishna estaba en camino hacia su corte y
               D mandó llamar a Bhishma y Vidura, y también quiso que viniera Sanjaya. Drona y
               Duryodhana estaban también allí. Dhritarashtra dijo:
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