Page 415 - Mahabharata
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5. El consejo                                                                            395



                                                       Capítulo XIV
                                             LA IRA DE DURYODHANA

                     URYODHANA después de haber escuchado todos estos discursos, volvió sus ojos
               D hacia Krishna y le dijo:

                   —Te has estado dirigiendo a mi todo el tiempo y hablas como si yo estuviera toda la
               culpa; lo he estado observando. Tú, mi padre, mi abuelo, mi acharya, y Vidura; todos
               parecéis pensar que yo soy el culpable de todo lo que ha pasado. No sé qué he hecho
               para merecer tanta censura. He tratado de entenderlo, pero no puedo aceptar que esté
               equivocado; dejadme que os diga lo que ocurrió.
                   »Yudhisthira jugó de buen grado el juego de dados con mi tío y perdió su reino con
               Sakuni. ¿Cómo es que se me culpa de eso? No es culpa mía que jugara mal. Debes
               haber oído que devolví el reino y todo lo demás inmediatamente a Yudhisthira. ¿Es
               culpa mía que lo perdiera de nuevo en el nuevo juego que se celebró? Perdieron y
               se fueron al bosque de acuerdo a las condiciones que se estipularon, y ahora están
               buscando motivos para culparme por su estupidez. Ahora se han unido a los panchalas,
               han reunido un ejército y están tratando de retarme. Nosotros no les hemos herido de
               ninguna manera, y no hay ningún motivo para esta guerra que nos han declarado, pero
               nosotros no les tenemos miedo, incluso aunque Indra viniera a luchar contra nosotros,
               no le tendríamos miedo. No nos inclinaríamos amedrentados ante él, no puedo ver a
               nadie lo suficientemente fuerte para vencernos en una batalla. Bhishma, Drona, Kripa
               y Radheya están de mi lado; nadie puede enfrentárseles en una batalla. Sólo estoy
               siguiendo el Dharma de un kshatrya, preparándome a luchar con los que quieren luchar
               contra nosotros sin ningún motivo.

                   »Si tengo que hacerlo, moriré en el campo de batalla herido por las flechas, o les
               haremos dormir sobre un lecho de flechas. Ese es el Dharma de un kshatrya. Si morimos
               en el campo de batalla alcanzaremos el cielo. Si la muerte nos abraza en la batalla, si
               podemos morir sin doblar nuestra cabeza enfrente de nuestros enemigos, ¿por qué no
               hacerlo?. Eso es más que suficiente, no sentiremos morir. ¿Qué hombre nacido de una
               mujer kshatrya, dejaría entrar el miedo en su corazón? ¿Quién estaría asustado ante
               su enemigo y aceptaría que le tiene miedo? ¿Quién traicionaría su noble nacimiento y
               crianza, inclinándose ante su enemigo con la esperanza de salvar su vida? La norma
               que se le impone a un príncipe es ésta: siempre debe mantenerse recto, siempre debe
               tener el rostro alto. Sólo se es un hombre por los hechos. Un kshatrya no debe inclinarse
               nunca, debe preferir romperse antes que doblarse. Yo he vivido siempre como un rey.
               He doblado mi cabeza, pero sólo ante mis mayores, quienes merecen respeto; nunca he
               inclinado mi cabeza ante nadie, nunca. Esta es la ley de los kshatrya y la ley que yo he
               seguido siempre. Nunca me apartaré de mi Dharma.
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