Page 420 - Mahabharata
P. 420
400 Mahabharata
—Tu querido amigo y sus compañeros están planeando capturar a Krishna, debemos
apresurarnos, debes ir inmediatamente y reunir el ejército. Antes de que vengas, entraré
en la sala de la asamblea y le contaré sus planes a Krishna. —Satyaki se apresuró hacia
la sala y le dio las noticias a Krishna. Dhritarashtra y Vidura y los otros estaban allí, y
Satyaki dijo—: Observa la locura de tu hijo, mi señor, está tratando de prenderle fuego a
la más valiosa pieza de seda, creo que es un necio o que debe estar loco para atreverse a
pensar en ello.
Vidura estaba horrorizado y comenzó a lamentar el destino de los hijos del rey y el
dolor del viejo rey en su vejez. Krishna sonrió y le apaciguó diciendo:
—No temas, no es fácil capturarme. Tu hijo ha estado cometiendo pecado tras pecado
y este es el acto final. Esperemos y veamos.
Dhritarashtra era presa del pánico y mandó buscar a Duryodhana. Éste vino, y el
anciano rey le dijo:
—Aunque estás empapado por el pecado, nunca pensé que descenderías tan bajo
hasta llegar a este extremo. ¿Qué es esta locura que estás planeando? ¡Estás tratando de
capturar a Krishna, el más grande de los hombres! ¿Cómo puedes atreverte a hacer algo
así? Los dioses no pueden hacerlo y los sabios no han podido hacerlo. Eres más necio
que un niño que intenta atrapar la Luna entre sus manos. No sabes quién es él; te sería
más fácil atrapar la brisa errante o el Sol con las manos desnudas. Es más fácil sostener
el peso de la tierra con tus manos que capturar a este gran hombre.
Krishna sonrió a Duryodhana y le dijo:
—Tú, pobre idiota, crees que estoy solo y que puedes capturarme; lo siento por ti y
por tus vanos pensamientos.
Mientras estaban hablando, la sala se iba llenando lentamente. Krishna dijo:
—Mira, están todos aquí; los pandavas, los andhakas y los vrishnis; los doce soles,
los once rudras y los ocho vasus. Míralos a todos ellos.
Krishna se rió en alta voz durante largo tiempo y su rostro había tomado un brillo
inusual. Mientras se reía, la forma de Krishna comenzó a brillar como un relámpago.
Todos los devas surgieron de su cuerpo y podían verse, pero al lado de Krishna, cuya
forma había asumido un aspecto aterrador; parecían más pequeños que el pulgar de
la mano. En su frente podía verse a Brahma, el Creador, y en su enorme pecho podían
verse los once rudras. En sus hombros podían verse los señores de las cuatro regiones
del mundo: Indra, Varuna, Kubera y Yama. Agni se veía resplandeciendo en su boca.
Los doce adityas, y los vasus y los gemelos aswinis, los maruts y todos los dioses de los
cielos se veían en su forma. Saliendo de su mano izquierda podían verse a los héroes
que estaban de parte de los pandavas. Se vio surgir a Balarama de su mano izquierda y
en su mano derecha podía verse a Arjuna blandiendo su gandiva. Detrás de él, estaban