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Ha llegado el momento de que lo hagáis. Os lo digo por vuestro propio bien. Cuando mi
tío Kamsa estaba maltratando a todo el mundo, yo le maté. Quería salvar el nombre de la
familia y no creo que hiciera mal al matar a mi tío. Por favor, atad a esos cuatro hombres:
Duryodhana, Dussasana, Radheya y Sakuni y entregádselos a los nobles pandavas. Los
sabios dicen que por el bien de una familia puede abandonarse a un miembro; por el
bien de un pueblo debe abandonarse una familia; un pueblo debe ser abandonado por el
bien de la comunidad, y para salvar nuestra propia alma debería dejarse todo. Este es
el único modo de salvar a los kshatryas de la muerte. Espero que me escuchéis todos y
hagáis lo que os sugiero.
Dhritarashtra oyó las enfurecidas palabras de Krishna y le dijo al sabio y gentil
Vidura:
—Ve, hijo mío, y trae a Gandhari a la corte, trataré de presionar con ella a mi hijo.
Quizás ella pueda hacer ver a mi hijo el camino recto. Si ella puede hacerlo, quizá
podamos evitar el gran peligro que nos amenaza.
Vidura fue inmediatamente y trajo a la noble reina a la corte, que estaba ya casi vacía.
Gandhari era sabia y vidente, y conocía la diferencia entre el bien y el mal, era una gran
mujer. Dhritarashtra le dijo:
—Gandhari, tu hijo ha ido demasiado lejos por el camino del pecado y no presta
atención a las palabras de nadie. Ha abandonado la corte sin ninguna consideración por
los que estaban presentes.
Gandhari oyó las palabras de su marido y dijo:
—Vidura, trae a mi hijo a la corte —y, dirigiéndose a su marido le dijo—: Este reino no
merece ser gobernado por un hombre lleno de avaricia, y mi hijo Duryodhana está en esa
condición, pero tú, mi señor, deberías ser censurado por este infortunado acontecimiento
más que mi hijo. Movido por el amor tan grande que le tienes, has hecho caso omiso de
las normas de conducta. A sabiendas y de buena gana le has acompañado por el camino
del pecado. El ha sido poseído por la codicia y el orgullo y ya no puedes controlarle,
ahora es demasiado tarde. A pesar de mis advertencias, le hiciste gobernante del reino
y ahora estás recogiendo los frutos de tu propia estupidez. No has mostrado afecto
hacia tus parientes. ¿Qué gran rey hasta ahora ha dado tratos distintos a dos parientes
queridos? ¡Sólo tú!
Duryodhana entró en la corte, pues su madre le había mandado llamar. Sus ojos
estaban todavía rojos y resplandecientes de ira. Gandhari le habló diciéndole:
—Mi querido hijo, escucha mis palabras, quiero que seas feliz y no es fácil ser el rey
de una gran tierra como la de los kurus. Debes ser digno de ello. Un hombre que tiene
avaricia y orgullo no puede gobernar un reino. Un hombre, si quiere gobernar un reino,
debe tener todos sus sentidos bajo control. Tú no eres digno de ser un rey, porque no te