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caigo a tus pies con toda humildad. Si te conviertes en el comandante de mi ejército, no
tengo nada que temer. Por favor, acepta ser el comandante.
Bhishma le miró a él y a todos los reyes que esperaban sus palabras, diciendo:
—Hijo mío, me siento gustoso de hacer lo que deseas, pero debo decirte esto: los
pandavas me son tan queridos como tú, no trataré de matar a los hijos de Pandu; sin
embargo, lucharé con mi máxima habilidad. Destruiré al ejército de los pandavas a un
ritmo de diez mil por día. No hay nadie que me pueda igualar en todo este mundo,
excepto Arjuna. Él es muy superior a mí y es el único que puede vencerme o matarme.
También hay otra condición que tienes que cumplir si quieres que mande tu ejército.
Tienes que elegir entre si lucharé yo o Radheya. Él y yo no nos llevamos bien, siento
decírtelo, pero quiero evitar desavenencias posteriores.
Duryodhana no sabía qué hacer o qué decir. Esto no era la corte, donde podía
ofenderse y marcharse. Tuvo que callarse. Radheya le salvó la situación, sonrió a su
querido amigo y le dijo:
—Duryodhana, por favor, no te preocupes, no me siento ofendido en lo más mínimo.
Al contrario, me siento muy feliz. Te prometo que no lucharé mientras Bhishma esté
vivo. Cuando muera, entraré en el campo de batalla y lucharé por ti. Yo tendré el placer
de matar a Arjuna ya que tu abuelo ha decidido no matar ni herir a ninguno de los
pandavas.
Bhishma recibió el baño de la coronación y en medio de grandes celebraciones fue
coronado como comandante en jefe del ejército kuru. El ejército emprendió su marcha
hacia Kurukshetra.
Capítulo XIX
RADHEYA Y KUNTI—I
L día siguiente de que Krishna se fuera hacia Upaplavya, después de su fracaso de
A intento de paz, Vidura, que se sentía muy infeliz, estaba comentando los acontec-
imientos de la corte con Kunti y le dijo:
—Estoy muy preocupado por la estúpida obstinación de Duryodhana. El pobre
Yudhisthira quiere hacer la paz con él, pero Duryodhana se niega. Yudhisthira tiene
ahora un ejército poderoso y no hay duda de que va a ganar la guerra. Hemos tratado
una y otra vez de convencer a Duryodhana de que está equivocado y que es absurdo
persistir en esta enemistad, pero él sólo escucha los consejos de Sakuni, Dussasana y
Radheya. Me siento tan preocupado pensando en la futura destrucción, que no he podido
dormir durante las últimas noches.
Kunti escuchaba en silencio y no podía apartar de su mente los pensamientos de la
guerra. Sabía que sus hijos eran poderosos, pero tenía miedo del ejército de los kurus;