Page 436 - Mahabharata
P. 436
416 Mahabharata
Kunti y Surya y estaría orgulloso de ser conocido por el nombre de Kaunteya. Estoy
orgulloso de mis padres y, sin embargo, tendré que seguir llamándome Radheya hasta
que muera. ¿Madre, no te das cuenta de lo infeliz que soy? Pero no importa, hablemos
del presente. Querías pedirme un don; dime lo que es. Si está en mi poder otorgártelo y
si no va contra mi buen nombre en este mundo, me sentiré feliz de tener el privilegio de
otorgar un don a mi madre.
Kunti permaneció en silencio durante largo tiempo, limpió las lágrimas de sus ojos y
le dijo:
—Hijo mío, has estado sufriendo muchas ignominias durante todos estos años y eso
ocurrió porque el mundo no sabía que tú eres el hijo de Surya y Kunti; ahora se han
acabado tus malos tiempos. Sin saber que son tus hermanos, has estado odiando a los
pandavas lo mismo que Duryodhana, pero ahora sabes quién eres, no es justo que luches
contra tus hermanos; debes venir conmigo, yo te llevaré junto a los pandavas. Tú serás el
rey del mundo y tus hermanos te adorarán; hallarás la paz y la felicidad en la compañía
de Yudhisthira. No debes quedarte más tiempo con Duryodhana; ven conmigo y alegra
mi corazón, este es el don que te pido.
Los ojos de Radheya brillaban por las lágrimas contenidas, miró a Kunti y le dijo:
—¡En dos días dos nobles personas me han ofrecido el mundo, viniendo a mí y
tentándome con la aseveración de que el noble Yudhisthira me serviría! ¡Los caminos del
destino son en verdad muy extraños! Pero no tengo tiempo de pensar ahora en todo eso.
Dime, mi queridísima madre, ¿qué ocurriría si ahora me fuera contigo?
—No temas —dijo Kunti—, te unirías con Arjuna, al que has estado odiando durante
todos estos años. Los pandavas le ganarán el mundo entero a Duryodhana y tú lo
gobernarás, ya que eres el mayor de los pandavas. Que los kurus vean el gran encuentro
entre Arjuna y su hermano, perdido durante tanto tiempo. Ambos seréis como Krishna y
Balarama, si estáis unidos, ¿quién puede venceros? Tú serás el señor de este mundo, ya
no serás nunca más un sutaputra.
Radheya oyó una voz desde los cielos, era la voz de su padre Surya que le decía:
—Escucha a tu madre, hijo mío, es por tu bien; haz lo que te dice y ten una larga vida,
te suplico que hagas lo que ella te dice.
Radheya oyó todo esto y, sin embargo, permaneció inmutable. Miró larga y detenida-
mente a su madre y finalmente le dijo:
—Madre, ¡si supieras lo enfadado que he estado contigo durante todos estos años!.
He estado cobijando ira contra mi desconocida madre que me hizo tanta injusticia en
el momento en que nací. Por esta injusticia, fue arruinado mi nombre, mi reputación,
mi vida y mi todo. He estado deseando hacerte mil preguntas y derramar así toda mi
amargura; pero ahora, mirándote, toda mi ira ha desaparecido, desvaneciéndose como la