Page 433 - Mahabharata
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5. El consejo 413
tenía miedo porque Bhishma había sido elegido comandante del ejército. Su otra fuente
de preocupación era su hijo Radheya. El odio de Duryodhana por los pandavas no era
tan terrible como el odio que Radheya sentía por Arjuna. Se dijo a sí misma: « Creo que
iré a Radheya y le contaré sobre su nacimiento; le diré que es el hermano de los pandavas
y trataré de ganarle para la causa de Yudhisthira. Le pediré un don como madre suya; él
es un hombre noble, sabiendo que soy su madre no podrá negarme nada ».
Decidiendo esto, Kunti se dirigió sola a las orillas del Ganges. Sabía que Radheya
estaría allí adorando al Sol al mediodía; vio a Radheya con los brazos en alto, con los
ojos cerrados, y con su rostro dirigido hacia el Sol y se quedó de pie detrás de él. Los
rayos del Sol eran demasiado ardientes y se protegió con la parte superior del vestido de
su hijo, y así esperó hasta que acabó su adoración.
Su meditación había acabado; se dio vuelta y encontró a una extraña mujer cobijada
bajo sus vestiduras. Parecía una guirnalda de lotos marchita y Radheya se preocupó por
ella. La hizo sentarse a la sombra y se inclinó ante ella, diciéndole:
—Soy Radheya, el hijo de Atiratha, ¿qué puedo hacer por ti? Pareces ser una dama
que no está acostumbrada a las penalidades. Por favor, dime lo que quieres; usualmente
otorgo dones a aquellos que se dirigen a mí en este momento del día. Hazme saber qué
debo hacer.
Kunti le miró una y otra vez. Desde aquel día que estuvo observándole por largo rato
antes de colocarlo en la caja de madera, no lo había vuelto a ver. Sus ojos estaban llenos
de lágrimas y su vestido estaba húmedo por su amargo llanto. Todavía le miraba y él
seguía esperando que ella hablara. Finalmente le habló diciéndole:
—Quizá me conozcas o quizá no, pero me he dirigido a ti para pedirte un don.
Radheya la miró durante mucho rato y le dijo:
—No te conozco, pero siento que te conozco; siento como si te hubiera conocido toda
mi vida. Tu cuerpo, tus lágrimas, tu triste voz, todo eso me parece muy familiar. Pero
no puedo decir cuándo te he visto durante mi vida, estoy tratando de recordar. —Tenía
las cejas fruncidas por la confusión en que se encontraba. Ella esperó a que hablara. De
repente Radheya gritó—: ¡Ya lo tengo!, tú eres la mujer de mis sueños, ¡te conozco!
Kunti le sonrió dulcemente y le dijo:
—¿Qué estás diciendo?, no comprendo. ¿Podrías decirme lo que quieres decir por la
mujer de tus sueños? Me sentaré y te escucharé; no tengo prisa, he venido a pasar un
rato contigo.
Los ojos de Radheya adoptaron una extraña expresión, luego dijo:
—Es muy extraño, nunca le he hablado a nadie sobre esta mujer de mis sueños,
excepto a mi madre Radha. Sin embargo, mirándote siento deseos de contarte todo.
Siento que comprenderás los sentimientos de mi corazón. Te lo diré. Quizá lo sepas