Page 437 - Mahabharata
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5. El consejo 417
nieve en la arena del desierto. Madre, mi corazón está lleno de una tristeza infinita; ahora
está lleno de anhelo por tu amor y por tu dulce voz. He amado a mi madre Radha más
que a ninguna otra persona, pero incluso ese amor amenaza con languidecer frente a este
nuevo amor que me desborda. Mi corazón está inundado de amor por mis hermanos a
los que no conocía hasta ahora. Madre, ¿puede ser el amor de una madre tan maravilloso
como para todo eso? Mi corazón está a punto de estallar con el amor encendido que ha
nacido nuevamente en mí.
Kunti y Radheya se abrazaron el uno al otro una y otra vez y el Sol sonrió contemp-
lando este encuentro entre madre e hijo.
Capítulo XXI
RADHEYA Y KUNTI—III
K UNTI dijo:
—Ven, hijo mío, ven conmigo y únete a tus hermanos, ven. Radheya estaba
sollozando de angustia y dijo:
—No, madre, no puedo ir, no debo ir.
Kunti estaba sorprendida por el tono de las palabras de Radheya y le dijo:
—¿Por qué dices eso, hijo mío, ahora que sabes que los pandavas son tus hermanos
no querrás quedarte con Duryodhana? Radheya dijo:
—Sí, madre, me quedaré al lado de Duryodhana. Él ha sido mi amigo durante
todos estos años. Durante todos estos años en los que no has pensado en el hijo al que
abandonaste en el río, Duryodhana ha sido mi único amigo. Fui marcado para siempre
con el estigma de sutaputra, nadie me ha tratado con afecto o respeto por ser lo que era.
He estado solo en el mundo y he sido tratado como un perro bajo el nombre de « Radheya
el sutaputra ». Mi nacimiento ha sido mi ruina. Dondequiera que iba, mi nombre iba
delante de mí y no se me daba la bienvenida en ningún lugar. Drona no me enseñó a
usar el arco por ser un sutaputra; fui a Bhargava y él me enseñó, pero sólo porque le
dije que era un brahmín. Cuando supo que era un sutaputra, me maldijo. Herido por
todo esto fui a Hastinapura. Llegué el día del torneo. —Radheya miró a Kunti y vio
su cuerpo temblando de agitación como si recordara algo doloroso. De sus ojos salían
lágrimas frescas. Radheya le dijo—: Madre, ¿no me reconociste entonces? El día del
torneo, cuando entré en la arena, debiste verme y reconocerme. No hay madre que no
pueda reconocer a su hijo; entonces tenía el kavacha y los kundalas. Debiste haberme
reconocido entonces, pero por razones que tú conocerás, no le hablaste a nadie de mí.
No te preguntaré porqué. Te he encontrado después de todos estos años y no dejaré que
mis palabras te hieran; te quiero, madre mía, y te agradezco que me digas que me amas.
Pero me estoy desviando de lo que te estaba diciendo. El día del torneo, mientras Bhima