Page 470 - Mahabharata
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                   El gran Krishna olvidó su forma humana y pensó en su forma divina; ahora era el
               gran destructor Narayana. Pensó en su chakra llamado sudarsana y cuanto pensó en

               él, apareció en su mano. Con el chakra en su mano, el gran Narayana brillaba como el
               Dios de la Muerte. Saltó de su carro, llevando el chakra en su mano derecha y se puso
               ante Bhishma. Parecía como un león enfadado ante un elefante salvaje. Con sus cejas
               brillando de ira, el gran Krishna atraía la mirada de todos. Todos los sabios pensaron
               que había llegado el fin del mundo. Viéndole enfrente de su carro, Bhishma dijo:
                   —Me inclino ante ti. Señor de Señores. He sido honrado con tu presencia. Por favor,
               concédeme la liberación de esta atadura humana. Por favor, mátame, no hay gloria
               mayor que morir en tus manos. Obtendré el honor más grande que se me haya otorgado
               si me matas ahora. ¿Acaso no ves que quiero morir, que he estado deseando morir
               durante todos estos años? Quiero la muerte, quiero irme de aquí, estoy harto de la vida
               y no puedo morir. Por favor, mátame y otórgame la libertad que se me ha denegado
               por el designio de Satyavati, por favor, mátame ahora. —El gran Bhishma le habló así a
               Krishna y se preparó para luchar.
                   Viendo que Krishna estaba dispuesto a luchar, Arjuna saltó de su carro y corrió
               rápidamente al lado de Krishna agarrándole de su mano derecha. Krishna estaba loco
               de furia y trató de deshacerse de la mano con que Arjuna le sostenía, pero Arjuna
               desesperado se colgó de su brazo derecho, cayendo a sus pies. Su corazón estaba
               latiendo rápidamente y sus ojos estaban cegados por las lágrimas. No quería permitir
               que Krishna diera un paso hacia adelante. Le dijo:
                   —No, no debes enfadarte, no debes hacer esto, debes perdonarme. Krishna se
               apaciguó un poco, se detuvo y miró a Arjuna. Mirando a sus ojos furiosos, Arjuna le dijo:

                   —Krishna, por favor, tranquilízate, no debes romper tu promesa, has jurado no luchar.
               No debes hacer esto a causa de tu ira hacia mí. Te juro por el nombre de mi hijo que
               lucharé contra los kurus como he prometido. Lucharé con toda mi furia contra Bhishma,
               no debes faltar a tu palabra.
                   Viendo el estado de Arjuna, Krishna se apaciguó y con calma subió al carro y tomó las
               riendas de sus caballos con su hermosa mano izquierda. La sonrisa que siempre estuvo
               en sus labios, ahora no estaba.
                   Krishna cogió su panchajanya y la sopló con todas sus fuerzas. Arjuna sopló su deva-
               datta y los cuatro puntos cardinales resonaron con su estruendo. Bhishma acompañado
               de Bhurisravas avanzó como un cometa con su estela de fuego. El combate de Arjuna
               era terrible. El ejército de los kurus estaba siendo destruido por las afiladas flechas de
               Arjuna. Ahora le tocaba a Arjuna mostrar su furia. Lanzó el astra llamado Aindra y
               destruyó una gran porción del ejército. Bhishma, Drona y Bahlika vieron la ruina causada
               en el ejército por Arjuna y viendo que el oeste se enrojecía con los tenues rayos del Sol
               poniente, decidieron que los ejércitos debían retirarse.
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