Page 496 - Mahabharata
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               por el buen camino. Estás dispuesto a hacer cualquier cosa por nosotros, pero no voy a
               permitir que tu nombre se empañe. No quiero que el mundo te llame mentiroso, me eres

               demasiado querido. Le has prometido a Duryodhana que no lucharás en esta guerra, y
               que sólo serás el conductor de Arjuna. Por favor, mantén esa promesa. Tus manos puras
               como la nieve no deben mancharse de sangre, no lo permitiré. Debo pensar en algún
               otro modo de matar a Bhishma.
                   Unos momentos más tarde, Yudhisthira dijo:

                   —El primer día de la batalla, cuando fui hacia nuestro abuelo para pedirle permiso,
               me dijo que estaba luchando por Duryodhana porque tenía que hacerlo. Estoy seguro de
               que en el fondo de su corazón nos tiene afecto. Iré a él y le preguntaré cómo hemos de
               matarle. Vayamos todos a verle esta noche, le preguntaremos cómo hemos de matarle.
               Krishna, si crees que mi sugerencia es buena, la llevaremos a cabo.
                   Krishna dijo:

                   —Me gusta tu idea. Si tú se lo preguntas, Bhishma te dirá con certeza cómo ha de
               morir, vayamos.
                   Los cinco hermanos y Krishna partieron, entrada la noche, hacia el campamento de
               los kurus. Se quitaron sus armaduras y caminaron descalzos.

                   Era una noche terrible y oscura. El campamento de Duryodhana estaba en silencio,
               todo el mundo estaba dormido. Los pandavas entraron en la tienda de Bhishma y se
               postraron ante él. Bhishma estaba muy emocionado de ver a sus nietos y les dijo:
                   —Ven, Krishna, me siento muy feliz de verte. Yudhisthira, Bhima, me siento feliz
               de veros. Me agrada ver a Arjuna y al hermoso Nakula. Shadeva, ¿cómo estás, hijo
               mío? Arjuna, déjame que te felicite por tu maravillosa lucha. Tu hijo es igualmente

               maravilloso, si no más. Eres muy afortunado. Y ahora, ¿qué puedo hacer por vosotros?
               ¿qué os ha traído a todos aquí, en medio de la noche, a pie y sin armaduras? Decidme,
               ¿qué queréis que haga?
                   Yudhisthira estaba muy triste. Miró al anciano y le dijo:
                   —Mi señor, ¿cómo podemos ganar esta guerra? Dijiste que la victoria sería nuestra,

               pero estás ahí en el campo, sentado sobre tu carro de plata y con tu arco doblado en
               círculo completo. Eres como un fuego devastador y estás destruyendo a mi ejército.
               Puedo ver que tus flechas llueven sobre nosotros como las gotas de lluvia de una nube
               negra. ¿Cómo podemos ganar cuando has decidido matarnos a todos? Estoy aquí para
               pedirte algo que odio pedirte. —Yudhisthira no podía hablar, sus lágrimas le cortaban la
               voz.
                   Bhishma puso su mano en la cabeza inclinada de Yudhisthira y pasó sus viejos y
               nudosos dedos a lo largo de su espalda con gran amor y cariño. Le dijo:
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