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iluminado como si hubiera salido el Sol, así de brillante era la luz de la hermosa Luna.
Uno a uno todos fueron despertando de su sueño y pronto comenzó a oírse el ruido de
todos ellos, preparándose para luchar de nuevo. En verdad fue algo inhumano hacer
luchar a los soldados durante la noche. Aún no estaban muy despiertos, pero ya tenían
que volver a luchar de nuevo. Drona había perdido la compasión por todos los seres
humanos cuando se convirtió en el comandante del ejército kuru. Esta lucha inhumana
no se hizo menester mientras Bhishma estaba vivo, pero nadie podía quejarse, todo era
parte del trabajo del día.
Sólo quedaba una cuarta parte de la noche y la batalla comenzó de nuevo bajo la
blanca luz de la Luna, pero pronto aquella luz se desvaneció, porque el cielo de oriente
se convirtió en un horno brillante con el tono del cobre rojo y el Sol salió con toda su
gloria. Una gran alegría inundó el corazón de todos cuando vieron salir el Sol. Todos
entonces descendieron de sus carros para saludar al Sol. El decimoquinto día de la gran
guerra había amanecido. Era el quinto día del mandato de Drona. A la luz del Sol, los
kurus y los pandavas vieron los estragos que habían sido causados en sus ejércitos, pero
ya no había tiempo para pensar en todo aquello. Tenían que continuar luchando.
Justo cuando salió la Luna, hubo una discusión entre Duryodhana y Drona. Como de
costumbre, Duryodhana comenzó a acusar a Drona de ser parcial con Arjuna. Le dijo:
—Eres nuestro comandante y tienes muchos asirás que te pueden ayudar a ganar
fácilmente, y aun así, los pandavas han causado una terrible ruina en nuestras filas,
especialmente Arjuna. No hay quien te iguale con el arco, ni los pandavas ni nadie
en los cielos, pero no obstante tenemos la especial desgracia de que tu honorable per-
sona aprecia más a los pandavas. Estás luchando suavemente con tu querido Arjuna,
favoreciéndole todo el tiempo.
Mientras estaba allí sentado escuchando las duras palabras de Duryodhana, Drona
pensó en su posición. Todas las escenas de su vida pasaron por su mente. Pensó en su
niñez y en su amistad con Drupada. Pensó en su Aswatthama y su deseo de probar
la leche. Drona fue a Panchala con la esperanza de vivir felizmente en la corte de
Drupada, pero aquel deseo fue absurdo. Fue entonces cuando por primera vez conoció
la arrogancia y el egoísmo de los reyes. Entonces debía haber sido sensato, debía haber
vuelto al bosque, a aquella atmósfera buena y apacible donde la bondad es contagiosa,
pero tomó el camino equivocado cuando estaba en el cruce de caminos. Permitió que
la ira entrara en su corazón, la ira contra Drupada y el deseo de darle una lección
humillando su arrogancia. Eso le hizo ir a Hastinapura. Bhishma le había dado un
indicio de cuál era el futuro que les esperaba a los kurus. Cuando Drona le habló de la
humillación de que había sido víctima en la corte de Drupada y su intención de venir a
Hastinapura para buscar un modo de vengarse del altivo rey, Bhishma, el sabio anciano,
le había sonreído y le había dicho: