Page 616 - Mahabharata
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                   Drona se sentó en la plataforma de su carro totalmente decidido a renunciar a su
               vida. Se sentó en la posición que se adopta para la práctica del yoga y se volvió ciego

               y sordo a todo lo que le rodeaba. Su concentración fue aumentando haciéndose más
               intensa. Dhrishtadyumna avanzó con su espada en la mano con toda la intención de
               matar a Drona. Arjuna sentía una gran compasión por su acharya y gritó:
                   —¡No le mates! ¡no mates a Drona! ¡Captúrale! ¡tráele vivo como prisionero, pero no
               le mates!
                   Pero las palabras de Arjuna cayeron en oídos sordos. Dhrishtadyumna se acercó al
               cuerpo inmóvil de Drona y le cortó la cabeza con su espada.

                   Un intenso resplandor ascendió a los cielos. Drona se había unido a los rishis que
               estaban reunidos en los cielos. Sanjaya, a quien se le había otorgado el poder de ver todo
               lo que ocurría en el campo de batalla, lo vio, pero no todos lo vieron; sólo Yudhisthira,
               Kripa y Krishna.

                   El cuerpo de Dhrishtadyumna estaba empapado por la sangre de Drona. Tenía la
               espada en una mano y la cabeza de Drona en la otra. Saltó de su carro y en medio de los
               gritos de horror de los héroes de ambos lados, Dhrishtadyumna arrojó la cabeza del gran
               Drona al suelo. El juramento de Dhrishtadyumna se había cumplido. Tan pronto como
               descendió del carro de Drona, Bhima fue corriendo hacia él y le abrazó. Ambos bailaron
               juntos llenos de alegría. Bhima dijo:
                   —Amigo mío, felizmente has cumplido tu promesa. Te abrazaré de nuevo, cuando
               muera Radheya, el sutaputra, y de nuevo cuando muera Duryodhana.


                                                       Capítulo XXXII
                           DISCUSIONES EN EL CAMPAMENTO DE LOS PANDAVAS


                     URYODHANA no podía creer que su comandante había muerto. A nadie le era
               D posible creer que, de repente, Drona había decidido no luchar y que le habían
               matado. Él era el único hombre que podía mantenerles la esperanza de que ganarían la

               guerra. Con la muerte de Drona murió toda esperanza en el corazón de Duryodhana.
               Ya le era evidente que nunca podría matar a los pandavas. Los kurus perdieron toda
               esperanza.
                   El ejército pandava contrastaba mucho con aquella depresión. Duryodhana se sentía
               más infeliz que cuando cayó Bhishma. El acharya había hecho mucho por él. Le había
               dicho una y otra vez que no se quitaría su armadura mientras quedara aliento en su
               cuerpo. Por su egoísmo, Duryodhana había causado su muerte. Cinco días después
               de la caída de Bhishma, había muerto Drona y con él acabó todo el poder de los kurus.
               Duryodhana estaba desesperadamente infeliz.
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