Page 625 - Mahabharata
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7. Drona                                                                                 605


               pero aún siguió de pie. Arjuna estaba frenético y no sabía qué hacer. Arrojó el varunastra
               con el que pudo calmar el fuego hasta cierto punto, pero no fue suficiente. Bhima estaba

               rugiendo y gritando con orgullo, no iba a ceder. Parecía el Sol del mediodía con mil rayos
               de fuego emergiendo de su cuerpo, pero aún seguía de pie. Krishna y Arjuna fueron
               corriendo hacia aquel gran héroe y tirando con todas sus fuerzas le quitaron las armas
               que tenía con él, le arrojaron al suelo y le obligaron por la fuerza a quedarse agachado
               hasta que el astra pasó sobre él. Bhima fue salvado.
                   Krishna le dijo:
                   —¿Qué es lo que estás tratando de hacer, Bhima? Dices que odias a los kurus y, sin
               embargo, estás dispuesto a morir permitiéndoles de ese modo que vivan. ¿Qué estupidez
               es esta?

                   Pero ya había pasado todo. El gran narayanastra había pasado sobre sus cabezas
               y otra vez la sabiduría de Krishna les había salvado a todos de la total aniquilación.
               Duryodhana vio lo que había ocurrido y le pidió a Aswatthama que lo lanzara de nuevo.
               Aswatthama sonrió lamentándose y dijo:
                   —Eso no es posible, sólo se puede lanzar una vez. Si lo arrojo de nuevo me matará
               a mí y a todos vosotros. Pero no importa, Duryodhana, han caído a mis pies y eso
               significa que han admitido la derrota, la muerte y la derrota significan lo mismo para un
               kshatrya. Sus vidas serán una vergüenza para ellos a partir de ahora, ya que todos son
               unos cobardes.

                   Aquel consuelo no era suficiente para Duryodhana, pues quería verles muertos. Esta
               muerte moral y espiritual no significaban nada para él, y así se lo expresó a Aswatthama.
               Le dijo:
                   —Si no puedes lanzar este astra, lanza otro, tienes muchos a tu disposición. Quiero
               verles muertos.
                   Aswatthama atacó entonces a Dhrishtadyumna. Era como el mortífero ataque de un
               león sobre un elefante. La lucha duró mucho tiempo. Todos los héroes pandavas estaban
               tratando de ayudar a su querido comandante, pero no tenía sentido tratar de luchar con
               aquel hombre que estaba loco de ira y de dolor. Arjuna fue hacia él y le dijo:

                   —Déjame ver ese valor que quieres desplegar tan entusiásticamente. He oído hablar
               de tu poder, Aswatthama, y también de tu sabiduría, tu valor y tu bravura. También sé
               el afecto que les tienes a los hijos de Dhritarashtra y el odio que sientes por los hijos de
               Pandu. Si eres tan poderoso como pregona tu fama, déjame verlo: ven a luchar conmigo.
                   Aswatthama aceptó el reto de Arjuna. La lucha fue maravillosa, ambos eran discípu-
               los del mismo maestro y era un placer verles luchar. Aswatthama se estaba impacien-
               tando, quería acabar pronto con su adversario. Invocó el astra que pertenecía a Agni y lo
               lanzó contra Arjuna y su ejército. El ejército estaba comenzando a ser arrasado. Arjuna
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