Page 637 - Mahabharata
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8. Karna                                                                                 617


               superior a Arjuna el gran arquero? No hay nada vergonzoso en ser su conductor, él es
               un kshatrya.

                   Salya abrazó a Duryodhana y le dijo:
                   —Te tengo mucho aprecio y te complaceré al máximo de mi capacidad, pero he de
               decirte algo: movido por mi amor por ti he accedido a ser el conductor de Radheya, pero
               seré duro con él; no obstante, ni tú ni Radheya debéis darle importancia a la rudeza de
               mis palabras, odio cuatro cosas en el hombre: insultarse a sí mismo por sentirse inferior,
               elogiar sus propias cualidades, rebajar a otros y decir fanfarronerías. Si encuentro alguna
               de ellas en Radheya, le censuraré, y no debe importarle.
                   Radheya llegó justo a tiempo para oír aquello y dijo sonriente:

                   —Me siento muy honrado por tu amabilidad, me siento orgulloso de saber que el
               gran Salya va a ser mi conductor. Te agradezco muy humildemente este favor.
                   Salya estaba complacido por las humildes palabras de Radheya. Salya fue y preparó
               el gran carro de Radheya, y lo trajo ante su presencia. Aquel carro era la posesión
               más preciada de Radheya, le hizo una pradakshina y una salutación y luego hizo una
               salutación al Sol, su padre. Hizo que Salya subiera primero al carro y luego le siguió
               él. Fue una bella escena. Radheya y Salya estaban brillando como el Sol y el fuego
               y avanzaron hacia el ejército de los pandavas. Radheya se parecía al Sol en su carro
               conducido por el brillante Aruna. Duryodhana estaba allí y le dirigió unas palabras de
               despedida a Radheya. Le dijo:
                   —Lo que no les fue posible a Bhishma y a Drona hoy lo conseguirás tú, Radheya. Sé
               que hoy es el día más maravilloso de tu vida y la mía. Ve, amigo mío, y vuelve cubierto
               de eterna gloria.

                   Radheya dijo:
                   —Te aseguro que lucharé lo mejor que pueda, me despido de ti. Recuerda que
               Radheya, tu Radheya, no escatimó esfuerzos en pos de tu éxito. El resto está en las manos
               del destino; siempre debes recordar eso, Duryodhana.
                   Los amigos se separaron con un apretón de manos. Radheya se estaba alejando de
               Duryodhana; había comenzado su último viaje. Las lágrimas de sus ojos mostraban
               que era consciente de que era su último viaje y su último encuentro con su amigo
               Duryodhana.
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