Page 652 - Mahabharata
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                   —Radheya nunca cambia de blanco una vez que lo ha elegido y no es propio de
               un buen arquero disparar una flecha de compañía pensando que fallará la primera. Es

               indecoroso para un arquero cambiar de blanco después de haberlo elegido.
                   Radheya estiró la cuerda al máximo y puso la flecha en el arco. El cielo brilló con el
               resplandor del astra. Radheya dijo:
                   —Arjuna, mira por última vez al mundo antes de morir, éste es tu último momento
               en la tierra.
                   El astra había abandonado su arco y atravesó el aire como un rayo de luz escupi-
               endo fuego mientras se acercaba a Arjuna. El ejército estaba observando con el aliento
               contenido, los pandavas estaban seguros de la muerte de Arjuna.
                   Entonces ocurrió algo sorprendente. Krishna, de una forma muy especial, pegó un
               tirón de las riendas de los caballos, los cuales cayeron de rodillas al suelo, haciendo que
               el carro se hundiera en la tierra a una profundidad de un pie; el carro se había hundido
               en el barro, por lo que el astra no pudo atravesar el cuello de Arjuna, sino que se estrelló
               contra la hermosa corona que llevaba, haciéndola rodar por el suelo. Era la corona que
               Indra le había colocado sobre su cabeza y que había sido hecha especialmente para él
               por el artesano divino; tenía mil joyas incrustadas. Era la corona que había hecho que le
               llamaran Kiriti, y había caído por tierra golpeada por el nagastra.
                   A Radheya se le escapó un gran suspiro, que parecía que iba a romper su cuerpo.
               Sabía que ahora no tenía nada que pudiera herir a Arjuna. Esto era lo que debería haberle
               matado y había fallado por la astucia de Krishna. Todo se había acabado, su sueño
               de matar a Arjuna y el sueño de Duryodhana de gobernar el mundo, todo había sido
               un espejismo. Lágrimas de ira y disgusto cegaron a Radheya. Se las secó con rabia
               y comenzó a luchar como antes. Arjuna ató su hermoso pelo rizado con un pañuelo
               blanco y siguió luchando. Yudhisthira estaba todavía suspirando de alivio, faltó poco
               para perder a Arjuna, pero Krishna estaba allí. Ya una vez había dicho que los pandavas
               significaban para él su propia vida.

                   Radheya vio que una serpiente venenosa salía del lugar donde había caído la corona.
               La serpiente fue hacia Radheya y le dijo:
                   —Tu astra falló en cortarle el cuello a Arjuna porque yo entré en él sin tu conocimiento.
               Ahora fíjate en mí y dispárale el astra de nuevo. Yo le mataré con seguridad. Arjuna
               es un antiguo enemigo mío, mi nombre es Asvasena. Durante el incendio del bosque
               Khandava mató a mi madre y he estado cobijando este rencor durante todos estos años.
               Por favor, lánzame de nuevo. Tú eres el único hombre capaz de matar a Arjuna. Déjame
               que te ayude en tu intento. Ayúdame a vengarme de Arjuna.
                   Radheya estaba muy enojado con la serpiente y le dijo:
                   —¡Escúchame, estúpido interventor! Radheya no está tan indefenso como para tener
               que recurrir a la ayuda de otros en la lucha con su enemigo. Dependo de mí y de nadie
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