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»Tú estabas allí cuando Dussasana fue aniquilado por Bhima, al igual que Radheya y
Kritavarma; incluso yo estaba allí; sin embargo no pudimos hacer nada por impedirlo.
Y lo mismo se podría decir de la muerte de Jayadratha. ¿Acaso no ves que no tenías
ninguna posibilidad de ganar esta guerra? Los sabios aconsejan que se debe luchar
mientras uno se siente fuerte, pero que optar por la paz es, sin embargo, lo más sensato
cuando uno se encuentra débil. No creas que estoy optando por la paz porque quiera
salvar mi vida; es sólo por tu bien, mi rey, y el de los pocos hombres que nos quedan, por
lo que te digo esto. Es mi deseo de verte vivo lo que me hace pedirte este favor: haz la
paz con los pandavas. Yudhisthira se alegrará muchísimo de hacer las paces contigo y
ya sabes que Krishna es partidario de la paz también. Los pandavas obedecerán lo que
Krishna les diga. Por favor, Duryodhana, detén esta destrucción. »
Kripa sollozaba de emoción y después de decir estas palabras se derrumbó interi-
ormente. Amaba a Duryodhana y quería verlo vivo por encima de todo. Duryodhana,
viendo la condición en que se encontraba su querido acharya, le reanimó valiéndose de
perfumes. Kripa recobró la calma, aunque aún seguía derramando lágrimas.
Duryodhana le miró con ojos tiernos, humedecidos con lágrimas de afecto. Le dijo:
—Lo que dices es justo, sólo un amigo me hablaría de esta forma; eres mi buen
consejero. Antes de que comenzase la guerra trataste de convencerme de que no luchara,
pero una vez que comenzó la guerra no he tenido un guerrero más sincero que tú. Estabas
siempre al frente y penetrabas en el ejército de los pandavas sin preocuparte por ti ni
pensar en el riesgo que corrías. Lo sé, mi señor, tú eres mi primer guru; Drona vino
después. He estado contigo desde que nací y me has enseñado muchas cosas, por lo
cual te tengo un inmenso respeto. Y también sé que tus palabras están llenas de afecto
y compasión por mí. Pero, mi señor, ahora ya no es posible hacer la paz. Se debió
haber hecho hace mucho tiempo. Recuerda los muchos sufrimientos de los pandavas.
Recuerda el juego de dados, ¿crees acaso que me perdonarán eso? Krishna vino a mí
con un mensaje de paz, ¿recuerdas cómo le traté? ¿Recuerdas también la escena cuando
Draupadi fue arrastrada hasta la corte por Dussasana? Conozco muy bien a Bhima. De
pequeños jugábamos juntos; era una persona de naturaleza afectuosa, pero sin embargo,
ya viste cómo se bebió la sangre de mi hermano. ¿Te imaginas la rabia que ha debido
estar cobijando en su corazón durante años para haber hecho una cosa así? Piensa en la
muerte de Abhimanyu, ¿crees acaso que Krishna y Arjuna nos perdonarán su muerte?
¡Nunca! Los pandavas nunca nos perdonarán el insulto a Draupadi. Draupadi ha hecho
el juramento de que dormirá en el suelo hasta que yo muera. Mi querido acharya, no
me parece que veas las cosas desde la perspectiva correcta: no es posible hacer la paz;
no con los grandes pandavas, quienes han sufrido tantas mortificaciones debido a mí.
Además, después de la muerte de Abhimanyu no se puede ni siquiera soñar en la paz.
Olvidémonos de eso.