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conmigo y ganarme en una lucha en toda regla, ahora déjame ver qué tal peleas. Admito
que de entre los cinco, tú eres el mejor oponente que podría escoger, los demás no
estarían preparados para luchar conmigo. Estoy dispuesto a concederte este honor, eres
suficientemente bueno para luchar conmigo, aunque mi inmediato siguiente en categoría
sería el gran Salya y tras él quizá vendrías tú. Todo esto, naturalmente, sería sin contar
con mi señor Balarama, pues él sería el mejor de todos. Él incluso ha dicho que yo soy
mejor que todos vosotros juntos, ha dicho que soy el mejor luchador con maza y estoy
preparado para luchar: vamos, Bhima.
Yudhisthira entonces le dijo:
—Mi querido Duryodhana, ponte la armadura y ata tus cabellos. Coge lo que quieras
y después comienza a luchar.
Duryodhana le miró con una expresión que casi parecía de afecto. En verdad él
nunca había odiado a Yudhisthira, sólo a Bhima. En su ambición por las riquezas de
Yudhisthira, le había hecho todo tipo de injusticias, pero Duryodhana sentía profundo
respeto y admiración por aquel hombre que era tan noble. En ese momento se dio cuenta
de que en verdad era el hermano de Radheya, apreciando el parecido que había entre
ambos. Luego apartó de su mente estos pensamientos y se dispuso para la lucha. Se
puso su armadura dorada y se colocó sobre la cabeza su hermosa corona. Allí, erguido
entre todos, tenía una apariencia magnífica. Iluminado por la luz del atardecer brillaba
como el Sol del poniente.
La lucha iba a comenzar. Pero, de repente, apareció Balarama. Los dos contendientes
se pusieron extremadamente contentos de verle. El sabio Narada le había contado que el
gran Gadayuddha entre sus dos estudiantes estaba a punto de acontecer. Duryodhana
era su alumno favorito y quería estar allí cuando el duelo se celebrase. Todos le dieron la
bienvenida y Bhima y Duryodhana le saludaron con postraciones. Duryodhana estaba
especialmente feliz de ver allí a su guru y pidió que dispusieran un lujoso asiento
para acomodar a Balarama. El comienzo de la lucha se demoró por unos momentos y
Balarama dijo:
—Acabo de regresar de una peregrinación por todos los lugares sagrados y me han
dicho que Samantapanchaka, que está muy cerca de aquí, es el más santo de todos los
lugares. Alguien que muera en ese lugar con toda seguridad alcanzará el cielo, por lo
que sugiero que el gadayuddha se celebre en ese lugar.
—Que así sea —dijo Yudhisthira.
Y todos se pusieron en marcha hacia Samantapanchaka. Duryodhana, con la maza en
la mano, caminaba junto a los otros, la escena era memorable. Era un espectáculo único:
el monarca kuru caminando junto con las huestes de los pandavas hacia el lugar escogido
para el duelo. Su cabeza permanecía erguida y sus movimientos eran tan orgullosos y