Page 678 - Mahabharata
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               conmigo y ganarme en una lucha en toda regla, ahora déjame ver qué tal peleas. Admito
               que de entre los cinco, tú eres el mejor oponente que podría escoger, los demás no

               estarían preparados para luchar conmigo. Estoy dispuesto a concederte este honor, eres
               suficientemente bueno para luchar conmigo, aunque mi inmediato siguiente en categoría
               sería el gran Salya y tras él quizá vendrías tú. Todo esto, naturalmente, sería sin contar
               con mi señor Balarama, pues él sería el mejor de todos. Él incluso ha dicho que yo soy
               mejor que todos vosotros juntos, ha dicho que soy el mejor luchador con maza y estoy
               preparado para luchar: vamos, Bhima.
                   Yudhisthira entonces le dijo:
                   —Mi querido Duryodhana, ponte la armadura y ata tus cabellos. Coge lo que quieras
               y después comienza a luchar.

                   Duryodhana le miró con una expresión que casi parecía de afecto. En verdad él
               nunca había odiado a Yudhisthira, sólo a Bhima. En su ambición por las riquezas de
               Yudhisthira, le había hecho todo tipo de injusticias, pero Duryodhana sentía profundo
               respeto y admiración por aquel hombre que era tan noble. En ese momento se dio cuenta
               de que en verdad era el hermano de Radheya, apreciando el parecido que había entre
               ambos. Luego apartó de su mente estos pensamientos y se dispuso para la lucha. Se
               puso su armadura dorada y se colocó sobre la cabeza su hermosa corona. Allí, erguido
               entre todos, tenía una apariencia magnífica. Iluminado por la luz del atardecer brillaba
               como el Sol del poniente.

                   La lucha iba a comenzar. Pero, de repente, apareció Balarama. Los dos contendientes
               se pusieron extremadamente contentos de verle. El sabio Narada le había contado que el
               gran Gadayuddha entre sus dos estudiantes estaba a punto de acontecer. Duryodhana
               era su alumno favorito y quería estar allí cuando el duelo se celebrase. Todos le dieron la
               bienvenida y Bhima y Duryodhana le saludaron con postraciones. Duryodhana estaba
               especialmente feliz de ver allí a su guru y pidió que dispusieran un lujoso asiento
               para acomodar a Balarama. El comienzo de la lucha se demoró por unos momentos y
               Balarama dijo:
                   —Acabo de regresar de una peregrinación por todos los lugares sagrados y me han
               dicho que Samantapanchaka, que está muy cerca de aquí, es el más santo de todos los
               lugares. Alguien que muera en ese lugar con toda seguridad alcanzará el cielo, por lo
               que sugiero que el gadayuddha se celebre en ese lugar.

                   —Que así sea —dijo Yudhisthira.
                   Y todos se pusieron en marcha hacia Samantapanchaka. Duryodhana, con la maza en
               la mano, caminaba junto a los otros, la escena era memorable. Era un espectáculo único:
               el monarca kuru caminando junto con las huestes de los pandavas hacia el lugar escogido
               para el duelo. Su cabeza permanecía erguida y sus movimientos eran tan orgullosos y
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