Page 686 - Mahabharata
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               haberos dado la victoria sobre esos héroes. Duryodhana jamás habría podido ser vencido
               por medios justos. Ahora miradme y escuchadme con atención. Hace tiempo, en el

               bosque de Kamyaka, yo enjugué las lágrimas de los ojos de mi querida Draupadi y le
               prometí que mataría a todos aquellos que le habían hecho llorar. Yudhisthira, a ti no te
               importó el insulto de que fue objeto en la corte de Hastinapura. En todo aquel asunto a ti
               sólo te importaba lo que era justo y lo que era injusto y permitiste que tu esposa fuese
               insultada por aquellos animales, permaneciendo en silencio porque creías que no era
               justo intervenir. Impediste que Bhima hiciera lo que tenía que haber hecho, pero yo no
               podía permitir que Draupadi llorase. Cuando ella estaba en la corte nadie fue a ayudarla.
               Ni Bhishma, ni Drona, ni todos los demás hicieron nada por ayudarla y yo juré matarles
               a todos. Sí, a todos. Yo maté al gran Bhishma porque no tuvo el valor suficiente para
               intervenir cuando aquellas bestias de la corte estaban maltratando a Draupadi. Y por
               la misma razón maté a Drona, él también se mostró indiferente el día en que se estaba
               jugando el juego de dados. No tenía derecho a participar en la guerra y unirse al bando
               de Duryodhana, cuando sabía que los pandavas estaban en su derecho. Él amaba a
               este pecador así que, junto con Bhishma, Drona también tuvo que morir. A mí sólo me
               interesa una cosa: reparar el daño que se ha hecho a los hombres justos. Lo he hecho, y
               no me arrepiento.
                   »En cuanto al pecado cometido en esta lucha injusta, dejad que todo recaiga sobre
               mi cabeza. Estoy dispuesto a soportar esto también por el bien de los pandavas, ellos
               significan para mí mi propia vida. Pero, vámonos, el Sol ya ha descendido hasta las
               colinas del poniente, vayámonos de aquí.

                   Todas las huestes de los pandavas se alejaron de los alrededores de Samantapanchaka.
               Y el rey abatido, quedó allí solo y moribundo, con sus muslos destrozados y sin nadie a
               su lado.
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